La historia feminista del género y la cuestión del sujeto
Lola G. Luna[2]
Lola G. Luna[2]
1. La historia feminista del género y el postestructuralismo
En la investigación feminista se están adoptando posturas eclécticas para no renunciar a los beneficios que la modernidad ha traído a las mujeres (visibilización como sujeto y cierta igualdad legal) y las posibilidades que ofrece la postmodernidad, o más concretamente las teorías postestructuralistas, para la interpretación del significado del género, su deconstrucción, reconstrucción o resignificación. La historiadora Michelle Barret, en esa línea, señala que el feminismo "desestabiliza la división binaria modernismo/postmodernismo".[3]
Entre las nuevas aportaciones de otras disciplinas a la historiografía actual está el estudio de los significados codificados en el lenguaje de los discursos. Esta orientación metodológica, llamada "giro linguístico"[4], es una mirada distinta a los hechos históricos, que rompe la división estructural, el determinismo económico y las separaciones que la historia mantenía con la linguística y la crítica literaria. Aunque el término de giro linguístico es muy amplio lo que me interesa resaltar aquí son los nuevos recursos que ofrece para quienes trabajamos en historia, pues proporcionan nuevas lecturas de los textos y nuevas interpretaciones. Y esta es la razón por la que teóricas feministas coinciden en algunos de sus presupuestos metódológicos que ayudan a entender las construcciones discursivas provenientes del género.
Dentro de la amplitud que abarca el giro linguístico, me interesa señalar la definición de la historia de Hayden White como "estructura discursiva simbólica" en dónde se combina forma y contenido, de tal manera "que dice más de lo que dice",[5] y que puede ser útil para interpretar el género, pues al poner el énfasis en el discurso y en la significación, ayuda a desentrañar sus procesos de construcción y producción. Sin dudar de la oportunidad actual del giro linguístico, Kathleen Canning recuerda que entre sus antecedentes están las primeras historiadoras feministas, que hicieron la crítica a la historia excluyente de las mujeres, rechazaron el esencialismo biológico como explicación de la desigualdad entre los sexos, y descubrieron el poder de los discursos en la construcción social de la diferencia sexual. Tampoco hay que olvidar, que la descentralización del sujeto masculino y posteriormente del sujeto unitario mujer, han sido logros de la historia de las mujeres, y más adelante me referiré a las aportaciones que hay en este sentido. Por tanto era lógico que el giro linguístico también orientara el estudio del género como una construcción discursiva y de poder.[6]
A continuación voy a desarrollar algunos conceptos que componen el marco teórico de la investigación. En primer lugar, la dimensión de poder con que defino el concepto de género es clave para el análisis de la historia política de las mujeres, porque ayuda a descifrar los procesos sociales y políticos en los que se dan los juegos de poder entre lo masculino y lo femenino, sus estrategias y alianzas múltiples, es decir, lo que hay detrás de las exclusiónes de las mujeres y las formas bajo las que se las ha incluído históricamente. En general, el concepto de género es una categoría central de la teoría feminista, que como señala la socióloga venezolana Carolina Coddetta, es una teoría reconocida e incluída por muchos científicos sociales, porque:
(...) ofrece tanto una descripción del fenómeno estudiado, es decir, la subordinación de la mujer; como una explicación de sus causas y consecuencias y la prescripción de estrategias para su superación, ya que su objetivo es transformar la posición de la mujer en la sociedad.[7]
En lo que se refiere a la aplicación del concepto de género a la historia, Joan W. Scott está ofreciendo grandes posibilidades renovadoras para la historiografía desde este punto de vista. Scott pone el énfasis del estudio del género en la significación binaria de lo masculino y femenino que se establece desde la diferencia sexual y en las conexiones entre género y poder.[8] Define la diferencia sexual como una "estructura social móbil", mientras el género es el "discurso de la diferencia entre los sexos".[9] Scott tiene una visión de la diferencia sexual articulada al interior de la(s) diferencia(s). Se inspira en Saussure al decir que:
El significado es construído a través del contraste, implícito o explícito, con la idea de que una definición positiva se apoya en la negación o represión de algo que se representa como antitético de ella.
y en Derrida al añadir que:
..) la tradición filosófica occidental se apoya en oposiciones binarias: unidad \ diversidad, identidad \ diferencia, presencia \ ausencia, y universalidad \ especificidad.[10]
Para Scott estas teorías ofrecen:
(...) un medio de reflexión sobre cómo las personas construyen el significado, cómo la diferencia (y por lo tanto la diferencia sexual) opera en la construcción del significado y cómo las complejidades de los usos contextuales del lenguaje dan lugar a cambios de significado.[11]
Entonces, la diferencia es al mismo tiempo un:(...) sistema significador de diferenciación y un sistema históricamente específico de diferencias determinadas por el género.[12]
La primera parte de la definición que se refiere a la diferencia como categoría general, es útil para analizar cómo se construyen históricamente los significados de las diferencias entre las mujeres: diferencias de clase, culturales, de raza, etc. Scott pone el ejemplo de cómo la identidad blanca de las mujeres inglesas en las colonias se construyó en oposición a la identidad india de las otras mujeres, no solo socialmente sino tambien conceptualmente, o también cómo ser blanco implica no ser negro, etc. Es decir, la identidad está producida discursivante y los contrastes de género al igual que los de raza o clase son construcciones con una historia, y por tanto carecen de una esencia inmutable.[13] La segunda parte de la definición se refiere concretamente a la diferencia sexual y a las operaciones diferenciadoras que ella establece y que producen significados de género. Estos se construyen de forma binaria, opuesta, interdependiente, que al funcionar inmersos en relaciones de poder y saber, los masculinos históricamente han sido considerados de mayor valor que los femeninos, por ejemplo: razón \ intuición; fuerte \ débil; dureza \ dulzura; guerrero \ pacífica, etc. Resumiendo, entre las diferentes prácticas que se entrelazan hasta configurar el tejido histórico, opera la diferencia sexual a través del discurso de género, produciendo construcciones plenas de significados binarios, opuestos y jerarquizados, de poder, que revelan en contextos específicos, cómo se produjo la exclusión y la subordinación de un sexo por otro. Dicho de otra manera, el género, como otras categorías de análisis (clase, etnia, nación, opción sexual, edad, etc.) funciona como discurso en contextos históricos concretos y se despliega en el orden social, legislativo, institucional y material, mediante procesos que se significan a través del lenguaje, entendido éste como un sistema de signos y como práctica social y política.
El concepto de discurso en el análisis histórico de Scott proviene principalmente de Foucault, para el que procesos, formaciones, y prácticas discursivas son herramientas para el trabajo arqueológico de los saberes y poderes. Foucault trata los discursos como prácticas que forman los objetos de que hablan, y no le interesa la significación.[14] La voluntad de poder nietzscheana de las instituciones, más que de los individuos, parece ser la causa que atribuye Foucault a la formación de los discursos.[15] Paul Veyne, en su interpretación de Foucault dice que el discurso y la(s) práctica(s) discursiva(s), no se ven pero es "el hacer en cada momento de la historia". La(s) práctica(s), que es una instancia unitaria, construye el objeto histórico, (en nuestro caso diríamos que las prácticas construyen "la mujer"). Lo material es lo "prediscursivo", lo potencial, en dónde las prácticas diversas construyen objetivaciones (o sujetos) y dependen unas de otras, en dónde "todo depende de todo".[16]
Scott no hace distinción entre prediscursivo y discursivo, utiliza la noción de discurso de Foucault porque:
(...)(es) un procedimiento fructífero para analizar los mecanismos del poder en el ámbito de las ideas y de las instituciones, sin entrar en cuál de los dos es el principal, el anterior o la causa del otro.[17]
Para ella discurso es:
(...) una estructura histórica, social e institucionalmente específica de enunciados, términos, categorías y creencias.[18]
también:
(...) formas de organizar los modos de vida, las instituciones, las sociedades; formas de materializar y justificar las desigualdades, pero también de negarlas.[19]
Para Scott, las significaciones de la realidad material se incluyen en la estructura discursiva, y lo ha ejemplificado en algunos de sus trabajos como el de "La Mujer trabajadora en el siglo XIX", en el que muestra la construcción de la división sexual del trabajo.[20] Lo material, llamado por Veyne prediscursivo, se suele entender separado de lo discursivo, y de ahí las críticas sobre lo discursivo, considerado limitado y no explicativo de los contextos económicos y materiales. Esto es objeto de debate común a la historiografía postestructuralista y a la feminista. En esta última hay quienes hablan de la realidad material como una fuerza "que presiona y desestabiliza el dominio discursivo, requiriendo representaciones" para ser "retrabajada, reconstruída y apuntalada".[21] Otras feministas amplían la noción de materialidad en base a la encardinación de los poderes y saberes en los cuerpos de las mujeres. Rosi Braidotti al hablar de la construcción del sujeto femenino se hace eco del "materialismo corporizado femenino" de Teresa de Laurettis y también de Dona Haraway, quien afirma que "el cuerpo representa la materialidad radical del sujeto".[22] Cuerpos y discursos, contextos y textos, que alejan el biologicismo y el esencialismo del género femenino (la feminidad), y muestran cómo éste, el género, es una construcción sobre la materialidad del mapa corpóreo. Se trata de una nueva visión del materialismo feminista, porque va más allá de la triple reproducción femenina (biológica, social y material) definida por la teoría feminista hace años, y descriptiva del reparto de roles. Se puede decir, entonces, que la significación masculina y femenina de los cuerpos producida a través de los discursos son procesos materializadores. Tal vez algo de esto anunciaba Foucault al hablar de la "histerización" del cuerpo de las mujeres,[23] aunque siempre quedará la incógnita sobre qué hubiera dicho el filósofo en el cuarto volumen de la Historia de la Sexualidad, anunciado en su momento sobre La mujer, la Madre y la Histérica; lo cierto es que posteriormente los dos volúmenes que Foucault dió a luz de Historia de la Sexualidad se centraron en la constitución del sujeto moral masculino.
Acerca del lenguaje, contemplado como la práctica que nos permite descifrar los significados del discurso, Pedro Cardim ha destacado su poder en la historiografía y cómo Foucault le dedicó atención y lo consideró una "construcción social" con "control sobre el modo de razonar y pensar las cosas" y:(...) responsable de determinados tipos de efectos, no sólo en la esfera del discurso, sino también en un plano extradiscursivo (...) (Foucault) se interesó profundamente por la articulación entre lenguaje y relaciones de poder.[24]
Pero según White, Foucault no elaboró un teoría del lenguaje para analizar el discurso, y los historiadores que han deseado acercarse a la historia de otra forma e investigar la significación, han partido de una "concepción semiológica" del texto.[25] La "semiótica feminista" ha seguido esta concepción del lenguaje examinando como un signo tanto a "la mujer"[26] como al "hombre". En Colombia, Gabriela Castellanos ha desarrollado el status teórico del género en este sentido, señalando que éste está relacionado:
(...) con una orientación específica en el estudio del lenguaje; me refiero a aquella que se interesa por el discurso, definido como "el intercambio de significados en un contexto social".[27]
Pero mientras otras autoras postestructuralistas quedan atrapadas en una visión dualista entre la producción discursiva y la realidad, por ejemplo, entre "la mujer" y las mujeres de carne y hueso sin ofrecer posibilidades de cambio, Castellanos, siguiendo a Bajtin, que difiere de Saussure en cuanto a la arbitrariedad del signo, mantiene que la ideología está en los significados produciendo sentido y que el lenguaje es "dialógico". Aquí, Castellanos coincide con Hayden White cuando éste define la ideología como:
(...) un proceso por el que se producen y reproducen diferentes tipos de significados.[28]
Entonces, el género sería un diálogo de contínuo intercambio de signos y significados entre mujeres y hombres, variable históricamente y por tanto con posibilidades de transformación. Igualmente, Castellanos señala que se produce también un entrelazamiento con otros sistemas simbólicos de clase, raza, etc., que igualmente rompen con el dualismo.[29] Esta relación entre significados, ideología y cambio, que establece Castellanos será importante a la hora de analizar las construcciones del sujeto mujer en los discursos que rodearon el sufragismo colombiano, que es el objeto central de esta investigación.
Una de las aportaciones de Scott a la teoría del género es la búsqueda, a través del lenguaje, de las operaciones de la diferencia sexual contenidas en los discursos. El lenguaje para Scott es un sistema de signos y una práctica social y política, también "la creación y la comunicación del significado en contextos concretos" a través de la diferenciación.[30] Es decir:
El género de este modo, proporciona el lenguaje conceptual y es creado por y a través de ese lenguaje.[31]
Finalmente quiero establecer lo que entiendo por "contexto histórico discursivo", lo que me permitirá en la investigación interpretar las construcciones relacionadas con el sufragismo colombiano, tales como la mujer moderna o el sujeto maternal. El contexto discursivo, es en primer lugar, el escenario en el que actúan las significaciones de género entre múltiples decorados formados por las prácticas discursivas, porque como dice White, el contexto histórico "ya está en el texto" e interesa en la medida en que proporciona recursos para la produción de significados que el texto revela. En el contexto no hay una determinación del texto, sino que se produce un "proceso simbolizador" en el que el primero ilumina el segundo, en el que el texto produce significados con recursos del contexto.[32] Vista así la interrelación de texto y contexto, contexto histórico discursivo es una herramienta para analizar formaciones de género concretas construídas mediante procesos sociales en los que se dan intercambios de significados religiosos y políticos, que pueden ser excluyentes por estar vinculados a relaciones de poder, que se despliegan en el orden social, institucional y material. Por ejemplo, en el caso del sufragismo colombiano, éste se originó en un contexto discursivo liberal excluyente con los derechos ciudadanos de las mujeres y en él circularon construcciones sobre un sujeto "mujer" que fueron manejadas tanto por políticos de diverso signo como por mujeres sufragistas conservadoras y mujeres no sufragistas, mientras las sufragistas feministas y algunos políticos afines reconstruyeron con signo diferente algunas de esas concepciones genéricas.
Resumiendo, las construcciones discursivas de género se producen en contextos históricos concretos, a ellas pertenece el sujeto mujer unitario, la mujer moderna, el maternalismo, etc., que se construyen y reconstruyen a través de diferentes discursos (de los dominantes y de los dominados) y el lenguaje se encarga de codificar los significados de género que los constituyen.
2. El sujeto "mujer" construído y el sujeto constructor
Entre los avances del feminismo coincidentes con el postestructuralismo está la aportación innegable de la pluralidad de sujetos históricos contextualizados, representados por múltiples grupos de mujeres y hombres, frente al sujeto universal abstracto del discurso de la modernidad, que remitía finalmente a un sujeto hegemónico masculino. Por tanto, el sujeto unitario de "la mujer" se ha revelado como otro sujeto irreal, porque en la realidad se trata de un sujeto múltiple, y excluído, que nos remonta a la reivindicación de los derechos de ciudadanía para las mujeres por los movimientos sufragistas, para sacar a la luz dónde estuvo el comienzo de la puesta en cuestión del sujeto universal y del universalismo de los derechos del hombre. El sujeto "mujer" de la cultura occidental, fue construído a través de diversos discursos con aspiraciones universalistas, desmentidas por la realidad cotidiana que vivian muchas mujeres, y con un caracter esencialista porque a esa "mujer" se la rodeó de virtudes consideradas naturales, representando según Rosi Braidotti un "modelo normativo de heterosexualidad reproductora".[33]
La modernidad alentada por la Ilustración hizo que esa mujer, "angel del hogar", buena madre, se consolidara e institucionalizara, imponiendose en las metrólis europeas y en sus colonias, especialmente en el caso hispano, de manera que América Latina fue heredera del discurso occidental, marcado fuertemente en este caso por el catolicismo. En América Latina se dieron variados contextos discursivos en los que se construyó aquel sujeto de mujer, pero fue especialmente el discurso populista, el que con sus aspiraciones modernizadoras, contribuyó a institucionalizar y politizar la construcción del "sujeto maternal". Para interpretar su constitución contamos con los recursos ofrecidos desde la filosofía y la historiografía del género feminista.
Para Laurettis la constitución del sujeto "mujer" se produce a través de lo que ella llama "tecnología de género", ("tecnología del sexo" en Foucault) y la noción de ideología segun Althuser (autónoma de lo económico y conectada con la subjetividad), el cual dice:
"Toda ideología tiene la función de constituir a los individuos concretos en sujetos".[34]
Me parece que incluir la ideología (el género para Laurettis) en la construcción del sujeto amplía la información de cómo funciona una parte de lo discursivo, qué conforma a dicho sujeto, y que lenguaje lo transmite.
Las geógrafas feministas aportan también luces sobre la construcción del sujeto al estudiar el espacio y la ubicación de los cuerpos sexuados en él. Linda MacDowel, señala que:
(...) la construcción social del género y la corporeidad combina la relaciones sociales materiales y las representaciones simbólicas de la diferencia, para distinguir lo masculino de lo femenino.[35]
El cuerpo, entendido así no es una entidad "fija y acabada", sino:
plástica y maleable, lo que significa que puede adoptar numerosas formas en distintos momentos, y que tienen también una geografía.[36]
La filósofa Rosa María Rodriguez Magda ha trabajado para la teoría feminista sobre "la mujer", a partir de herramientas foucaultianas, llegando allí dónde no lo hizo el filósofo. Ella tiene una propuesta interesante para la historia de las mujeres, en el sentido de hacer genealogía de la construcción del sujeto mujer a través de los discursos que han participado en su gestación. Su propuesta continúa hasta la "deconstrucción" de esa subjetividad para su "reconstrucción" desde la acción del sujeto autónomo,[37] activo y "resistente" que hay en la teoría de Foucault, al tiempo que desmiente la negación que se ha hecho de esa política.[38] La construcción por parte de los discursos feministas actuales de un sujeto político activo - lo que llama Braidotti el "sujeto femenino del feminismo" - es un tema altamente estratégico de la teoría feminista, discutido desde hace tiempo a causa de la diversidad existente entre las mujeres, que se manifiesta en un sujeto múltiple por las diferencias de raza, etnia, clase, opción sexual, edad, religión, pasado histórico, etc. Este sujeto de mujer plural fue planteado inicialmente por las feministas negras y lesbianas norteamericanas, muy críticas ante un feminismo que se pensaba blanco y heterosexual. El acierto de esta crítica se extendió entre los feminismos del mundo y ha generado un gran avance en la teoría y en las relaciones entre las mujeres. Por tanto, para la investigación es un punto de partida importante el hecho histórico mostrado por el debate feminista acerca del sujeto mujer múltiple y diverso, como lo es perseguir como objeto de estudio la desorganización y descomposición de las construcciones históricas de "la mujer" en contextos concretos. Al mismo tiempo, la investigación histórica ha de descubrir la participación activa de los sujetos reales en los cambios de los significados de género. Para ello me parece útil la noción dialéctica de "sujeto normalizado producido / sujeto productor de sí mismo", que Rodriguez Magda toma de Foucault. El "modo de subjetivación" que el mismo Foucault expone en la Introducción del segundo volumen de Historia de la sexualidad, trabaja con la hipótesis de:
cómo se conmina al individuo a reconocerse como sujeto moral de la conducta sexual.[39]
o llevado a nuestro caso, cómo se ha hecho para que las mujeres se hayan construído en la subordinación sumisas, pacientes y maternalistas ("sujeto normalizado producido"), y desde esa situación hayan desarrollado poderes que, en determinados contextos discursivos, por ejemplo, liberales o autoritarios, se han transformado en mecanismos de participación política (las sufragistas o las Madres de Plaza de Mayo / "sujeto productor de sí mismo").
Gabriela Castellanos reflexiona sobre la subjetividad criticando el sujeto moderno femenino esencialista construído en base a la afectividad, señalando el acuerdo que hay en un sujeto polifónico, de "construcción múltiple y cambiante", "perfomativo", que se construye cuando hablamos y pensamos, pero, y de acuerdo con Judith Butler, "no determinado por los discursos".[40]
Desde otra perspectiva, Alain Touraine dice: "la subjetivación es el deseo de individuación"[41] o la:
(...) construcción del individuo (o del grupo) como actor por la asociación de su libertad afirmada y su experiencia vivida asumida y reinterpretada.[42]
Para este sociólogo el sujeto es actuante, histórico, y en su construcción interviene la experiencia. Por su parte el historiador Paul Ricoeur habla de un sujeto, el "soi" del último Foucault, que se conoce a sí mismo a través del exterior, y se redescubre "reflexivamente como uno mismo", que es "objeto y sujeto".[43] Es decir, la experiencia forma parte de la construcción del sujeto, pero hay discusión sobre ello en la teoría feminista. Para Scott, la experiencia se construye discursivamente, y el hacerla evidente, el mostrarla, no explica cómo se construyó. Para Scott:
No son los individuos los que tienen experiencia, sino que son los sujetos los que se constituyen a través de la experiencia.[44]
Según Scott, negar el origen discursivo de la experiencia es esencializar las identidades que produce (mujer, hombre, heterosexual, etc), y ocultar las operaciones de la diferencia que actúan en su constitución en lugar de historiarlas, separarando la experiencia del lenguaje. La experiencia en Scott no es el origen de la explicación, sino lo que se desea explicar. Los sujetos se constituyen discursivamente y la experiencia es un "hecho linguistico", no obstante, aquellos no están privados de "agencia" (entiendo "agencia" en Scott como poder de actuación), pero este poder de actuación se produce bajo determinadas condiciones.[45] Kathleen Canning señala que Scott:
deja abierta la pregunta de cómo los sujetos median, resisten, retan o transforman los discursos en el proceso de definir sus identidades.[46]
y la misma Canning propone concebir la "acción" como lugar de "mediación" entre lo discursivo y la experiencia.[47]
Nuestra tesis participa de la idea de la construcción de sujetos generizados por la diferencia sexual en contextos discursivos dominantes históricos y concretos, en dónde se dan estrategias de significación creadas por oposición, por ejemplo: mujeres madres buenas, annegadas y virtuosas en contraposición a mujeres malas que abandonan el hogar y a sus hijos, mujeres de mala vida, etc. Pero también pensamos en las sufragistas, por ejemplo, construídas como sujetos en sus propios discursos de subordinadas, en los que se elabora su experiencia, mediante la cual actúan, resisten y cambian. Hablamos de sujetos corpóreos materializados, situados geográficamente, con capacidad de actuar desde y por su propia constitución. Hablamos de sujetos cambiantes discursivamente con capacidad para establecer nuevos significados, a menudo entrelazados con los viejos significados de género. Es decir, planteamos un sujeto construído, normatizado, pero también, resistente y constructor de sí mismo La construcción de "la mujer moderna" como sujeto maternal hunde sus raíces en un tiempo atrás de la modernidad. La crítica feminista ha subrayado suficientemente el binomio ilustrado: razón masculina \ pasión y/o naturaleza femenina, y el miedo del hombre a la irracionalidad de la mujer, coincidente con el discurso antiguo de los Padres de la Iglesia acerca de la hembra tentadora.[48] Este discurso configura en la modernidad lo que se ha llamado desde la teoría feminista "las dos esferas", una de ellas representa el mundo de lo femenino, el hogar, lo privado, el espacio dónde reina "el angel"; frente a él, el espacio público y político masculino. Sobre la conformación de la esfera privada y femenina puede sernos útil la revisión que Rodriguez Magda hace del modelo de encierro "disciplinario" de Foucault, ampliandolo con la noción de "encierro femenino", que a diferencia de la cárcel, el manicomio o el hospital, tiene características peculiares. La reclusión de las mujeres no es grupal, es en el hogar, y allí se la priva de la solidaridad con las otras marginadas. El hogar es una "prisión camuflada", que se complementa con un encierro "simbólico" en una "ambigua esencia" en la que se subliman una serie de cualidades domésticas y se denostan otras oscuras y maléficas.[49]
La socióloga foucaultiana Julia Varela, que ha hecho la genealogía de la mujer moderna europea, es la que arroja más luz sobre el momento dónde arranca el confinamiento de las mujeres en lo privado, la redefinición del desequilibrio entre los sexos y la pervivencia en la Ilustración de los discursos conservadores sobre las mujeres. Varela sitúa la formación del "dispositivo de feminización" en los discursos de los humanistas (Vives, Erasmo, etc.). Este dispositivo, visto en términos de género, es un elemento definitorio de la mujer moderna, aunque Varela no utiliza dicha categoría. Varela situa en el siglo XII europeo el inicio de una nueva jerarquización entre los sexos al darse un cambio en las relaciones de parentesco, de manera que la filosofía humanista de la época implanta a través del matrimonio y su articulación al estado moderno, dicho dispositivo de feminización. El matrimonio monogámico dictado posteriormente en el Concilio de Trento (1563) será un "anclaje clave" de dicho dispositivo, como lo son la naturaleza y el cuerpo de las mujeres, para la "naturalización del desequilibrio entre los sexos".[50] Los tratados de la época sobre "la perfecta casada cristiana" eran una crítica a la vida amorosa libre e independiente de las mujeres de la nobleza. La perfecta casada es rodeada de las virtudes de la modestia, el silencio, la obediencia, que se complementan con las virtudes masculinas de mando, elocuencia, etc. Pero los procesos de subjetivación femenina eran diversos según la clase social de las mujeres. Para Varela, hubo una estrategia educacional con "tecnologías blandas" para las mujeres de la nobleza y burguesas, que eran alejadas de la política pero acercadas a la nueva cultura. Estas mujeres escribían poesía, cartas, mientras los hombres escribían teatro y obras épicas, acentuándose así las diferencias sexuales. El contrapunto de la perfecta casada son las mujeres "malas", representadas por las prostitutas y las brujas; todas ellas mujeres populares que se resistían a la iglesia y al matrimonio monógamo. A ellas se aplicaron "tecnologías duras de control" por parte de frailes dominicos y franciscanos como la Inquisición o las casas de prostitución, encaminadas estas prácticas a la "destrucción de saberes" que las mujeres poseían.[51] En términos de la teoría feminista en este proceso se percibe de forma evidente una interrelación de los dispositivos de género con la clase social.
Victoria Sau en su Diccionario ideológico feminista dice que los Padres del patriarcado "construyeron" la feminidad con aquellas partes para los que ellos no eran aptos, como la maternidad,[52] y recoge el discurso de Apolo en Las Euménides de Esquilo, en donde se define a las madres como:
"mujeres porteadoras", uteros extracorporales de los hombres, redomas del laboratorio masculino dónde ellos deciden sobre la vida y sobre la muerte.[53]
La tesis de Sau, en concordancia con la anterior definición, es que la maternidad como opción libre y representativa de lo que es ser mujer, sujeto autónomo, "no existe", porque existe en tanto "función del padre".[54] Siguiendo el hilo de este razonamiento planteo el "sujeto maternal" o "maternalismo" como una construcción genérica en contextos históricos discursivos determinados y concretos,[55] aunque se puede considerar al maternalismo, en términos de Foucault como una "formación discursiva" de género, porque reune un conjunto de construcciones (feminidad, mujer moderna) que contienen correlaciones, reglas de formación y transformaciones.[56] Retomando el "modo de subjetivación" de Foucault en la "genealogía del hombre del deseo", podemos preguntarnos: ¿qué prácticas construyen el sujeto maternal? ¿que "aparatos descriptivos", iglesia, instituciones educativas, familia, lo definen?. La documentación para responder a estas preguntas, el mismo Foucault la indica: textos de diversas formas que proponen "reglas de conducta", "opiniones" y "consejos", que hagan al individuo hacerse preguntas y constituirse como sujeto.[57]
Hay una cultura interminable en torno al maternalismo a partir de discursos educativos y religiosos. En las prácticas educativas, Pilar Ballarín ha puesto de manifiesto la identificación que se dió entre la maestra y la madre virtuosa en la construcción profesional de las primeras en el siglo XIX español, porque las maestras fueron agentes de construcción de feminidad, transmitiendo los deberes domésticos que debían conformar la identidad de las discípulas.[58] Pero como señala Ballarín, muchas veces esas maestras no eran madres y en la realidad no respondían a la construcción ideológica que partía de los manuales de la "madre burguesa", porque habían encontrado en el magisterio un espacio de libertad para desarrollarse como escritoras e intelectuales, lo que les permitía transgredir la frontera y participar en un nuevo modelo de mujer que se estaba gestando también en otros campos.[59] Siendo así, la maestra se nos muestra como un sujeto contradictorio construído en los discursos modernos, en el que se condensan las virtudes de la feminidad y el maternalismo y el espíritu transgresor que reivindicaría la ciudadanía; no en vano buena parte de las sufragistas eran maestras, tanto en España como en América Latina. Por tanto las maestras son sujeto constructor de un nuevo discurso.
En la formación del maternalismo ocidental participan activamente los discursos religiosos católicos, en los que indiscutiblemente la pieza central es la representación de María virgen, aunque haciendo historia María Lozano recuerda que:
El reconocimiento oficial de los atributos de María siempre ha ido muy por detras del reconocimiento popular a través del culto
pues hasta el II Concilio de Constantinopla en el año 381 no se "proclamó la perpetua virginidad de María".[60] Otras fuentes señalan el Concilio de Efeso (431), en el que después de un agrio debate, se reconoció a María como de Madre de Dios.[61] Pero hasta 1854 no se establece como dogma de fe su Inmaculada Concepción y en 1954 su Ascensión a los cielos.[62]
María Asunción González de Cháves sitúa a la Virgen María al final de una cadena evolutiva que comienza en las diosas clásicas de la cultura occidental, y que demuestra como "la mujer ha estado cercana a lo sagrado". Las primeras diosas son "polifacéticas", "creadoras y destructivas", "benévolas y crueles", sus poderes son independientes y no estan vinculados solamente a la fecundidad. Era el periodo Paleolítico superior y el hombre no conocía su participación en la procreación. Gea, madre y esposa de Urano, marca la transición hacia la dominación olímpica masculina favoreciendo el reinado de Zeus, en un juego de complicidad por el que las diosas se vuelven protectoras y al servicio de los dioses. A partir de ahí los dioses adquieren la preponderancia sobre las deidades, al tiempo que conocen y engrandecen su paternidad y se apropian de la capacidad biológica femenina. Las imágenes femeninas pierden aquellos poderes que podían resultar amenazadores y se desexualizan. Ahora representan la buena madre protectora que recibe su prestigio de la vinculación que tiene con dioses importantes. El último eslabón es la Virgen María, venerada en cuanto Madre de Jesús-Dios, pero no como diosa. Ella es "sierva del Señor", "mediadora del Dios Creador", a la que se le niega la sexualidad y se la adora como Mujer-Madre humilde y subordinada al Hijo de Dios. María es el ideal del yo femenino, desprovista de la otra cara iracunda y hostil que tenían las diosas clásicas y que tienen las madres reales.[63] Catherine Jagoe, que ha investigado los discursos españoles sobre el "angel del hogar", se detiene en la "pureza" como el "punto supremo de la nueva ortodoxia" de la mujer burguesa del XIX, que viene a ser institucionalizada por la doctrina de la Inmaculada Concepción y reforzada poco después por León XIII al reconocer a la Virgen como "co-redentora" de la humanidad.[64] La estimulación al culto mariano, y a María como madre y mujer modelo, sobrevive hasta hoy y es fácil hallarlo en los discursos católicos que circulan dentro y fuera de los ámbitos religiosos. El Papa Wojtila acuñó la consigna de "Totus Tuus", "Todo tuyo", refiriéndose a María,[65] y la Gran Vigilia de la Inmaculada que se celebró en muchos pueblos y ciudades de España y de Latinoamérica en 1995, se hizo bajo el lema "La Virgen María modelo de mujer y madre", y el Papa exhortó a ver en María "la expresión más perfecta del genio femenino". En ese mismo año, el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, refiriéndose a la Conferencia de Población de El Cairo (1994) y a la IV Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing, 1995), dijo que "intentaron transformar la cultura moral del mundo".[66] Valls aludía a los cambios, que finalmente se aceptaban acerca de la separación entre la sexualidad y la reproducción de las mujeres, alejados del modelo reproductivo mariano.
La identificación histórica de la sexualidad con la reproducción, es un dispositivo de poder genérico que ha conformado al maternalismo en un doble movimiento de afirmación y de negación disciplinaria del cuerpo femenino. En el sujeto maternal, la parte oscura, maligna, negada, es la sexualidad placentera, el derecho a sentir, al goce. De ahí que el sujeto feminista de la segunda ola inicie su construcción poniendo en evidencia la "política sexual" que rige los cuerpos,[67] y reivindicando la libre sexualidad y el derecho al control reproductivo bajo el lema "mi cuerpo es mío". Recordemos a MacDowel cuando habla de corporidades materiales reproductoras, que contrastan con la figura de "el angel del hogar", como parte de la formación maternalista enmascaradora del trabajo, también material, del cuidado de la casa y de los hijos. El disciplinamiento en el maternalismo de los cuerpos de las mujeres, que tiene un caracter material e ideológico, puede ayudar a responder preguntas acerca de la solidez y persistencia del sujeto maternal en la historia. El maternalismo entonces - que no la maternidad libremente elegida como postula el feminismo - encardinado en el cuerpo de las mujeres a través de multiples dispositivos y significados, es una construcción de género procedente de varios discursos en los que opera la diferencia sexual y que ha sido instrumentalizada tanto para excluir como para incluir a las mujeres. En el caso latinoamericano los discursos de populismos históricos de los años cuarenta y cincuenta reconocieron a las mujeres los derechos ciudadanos en tanto sujetos maternales y no por las razones de igualdad que argumentaban las sufragistas desde hacía décadas. Décadas después tanto en contextos discursivos autoritarios como democráticos se construyeron sujetos maternales activos que se han mobilizado en contra de la violencia (del estado, de la guerra o de la droga) y han ocupado un espacio político no institucional. Esta cadena de Movimientos de Madres, formada desde América Latina hasta Rusia es un caso de sujetos construídos, pero también de sujetos constructores de democracia y de un mundo mejor.
Barcelona, marzo 2002
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[1] Publicado en Boletín Americanista, nº 52, 2002. Primera versión del marco teórico de la investigación "El sufragismo colombiano y la cuestión del sujeto. 1930-1957"
[2] Profesora Titular de Historia de América, Universidad de Barcelona
[3]Barret, Michelle. "Palabras y cosas: materialismo y método en el análisis feminista contemporáneo", La Ventana, nº 4, Guadalajara, (México) 1996, pp. 36-37
[4] El interés por la significación, según Pedro Cardim, es anterior al giro liguístico en la sociología, la antropología y la filosofía, "Entre textos y discursos. La historiografía y el poder del lenguaje", Cuadernos de Historia Moderna, nº 17, Madrid, 1996, p. 126
[5] También se define la historia como:
(...) un modo de discurso, una manera de hablar, y el producto producido por la adopción de este modo de discurso.
White, Hayden. El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Ed. Paidós, Barcelona, 1992. p. 71 y 74. Para una discusión sobre la historia narrativa y sus tendencias ver las páginas 47-50
[6] Canning, Kathleen. "Feminist History after the Linguistic Turn: Historicizing Discourse and Experience", Signs, v. 19, nº 2, New York, 1994, pp. 370-371
[7] Coddetta, Carolina. Mujer y participación política en Venezuela, Edición x Demanda, Caracas, 2001, p. 31
[8] "El Género: una categoría util para el análisis histórico", en J.S. Amelang y M. Nash (eds.). Historia y Género, Ed. Alfons el Magnànim, Valencia, 1990 (1ª 1986)
[9] Scott, Joan W. La Citoyenne Paradoxale. Les feministes françaises et les droits de l´homme, Albin Michel, Bibliothèque Histoire, París 1998, p. 15
[10] Ibid. "Igualdad versus diferencia: los usos de la teoría postestructuralista", Debate Feminista, nº 5, México, 1993, pp. 89 y 90.
[11] Ibid. "Sobre el Lenguaje, el Género y la Historia de la Clase Obrera", Historia Social, n. 4. Valencia, 1989, p. 81
[12] Ibid., p. 90
[13] Dice Scott hablando de las diferentes identidades: Describir su historia sin preguntarnos de dónde surgen las identidades, cuándo aparecen y a qué objetivos sirven, da a esos grupos cierta esencia eterna.
"Feminismo e Historia", Hojas de Warmi nº 8, Barcelona, 1997, p. 116
[14]Foucault, Michael. La arqueología del saber, Siglo XXI ed., México 1979, p. 81
[15] Apleby, Joyce; Hunt, Lynn; y Jacob, Margared. La verdad sobre la historia, Ed. Andrés Bello, Barcelona, 1998, p. 210
[16]En resumen, dice Paul Veyne:
Toda historia es arqueológica por naturaleza y no por elección: explicar y hacer explícita la historia consiste en percibirla primero en su conjunto, en relacionar los supuestos objetos naturales con las prácticas de fecha concreta y rara que los objetivan y en explicar esas prácticas no a partir de un motor único, sino a partir de todas las prácticas próximas en las que se asientan (...) La historia misma es uno de tantos falsos objetos naturales. La historia no es más que lo que hacemos de ella; no ha dejado de cambiar, pues su horizonte no es eterno.
Como se escribe la historia. Foucault revoluciona la Historia, Alianza Editorial, Madrid, 1984, pp. 214-215-226 y 237-238
[17] Scott, J. W: "Sobre el Lenguaje...", op. cit., p. 128
[18]Ibid. "Igualdad versus...", op. cit., p. 87
[19] Ibid. "Sobre el lenguaje...", op. cit., p. 128
[20] "La Mujer trabajadora en el siglo XIX", en Duby, Georges y Perrot, Michelle, Historia de las mujeres, v. 4, Taurus, Madrid, 1993; o el artículo ya citado: "Sobre el lenguaje..."
[21] Judith Walkowitz y Otras, citadas por Canning, K. op. cit., p. 380
[22] Braidotti, Rosi. Sujetos Nómades, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2000, pp. 114 y siguientes
[23] Foucault, Michael. Historia de la Sexualidad. 1. La voluntad de saber, Siglo XXI eds., Madrid, 1980, p. 185
[24] Op. cit., p. 138
[25] White la define como:
(...) la tradición del análisis cultural basada en una teoría del lenguaje como sistema de signos (más que de palabras), al estilo de Saussure.
White, H, op. cit., pp. 149 y 201
[26] (...) la mujer es un constructo cultural e intenta deconstruir este signo para poder distinguir la biología de la cultura y la experiencia de la ideología.
Borrás, Laura. "Introducción a la crítica literaria feminista", en: Segarra, Marta y Carabí, Angels (eds.). Feminismo y crítica literaria, Ed. Icaria, Barcelona, 2000, p. 18
[27] Castellanos, Gabriela. "Introducción. Género, discursos sociales y discursos científicos", en: Castellanos, Gabriela; Accorsi, Simone y Velasco, Gloria (comps.). Discurso, género y mujer, Universidad del Valle, Cali, 1994, p. 12
[28] Op. cit., p. 201
[29] Castellanos, G. "Desarrollo del concepto de género en la teoría feminista", en: Castellanos, Gabriela; Accorsi, Simone. Op. cit., p. 37-45
[30] Scott, J. W. "Sobre el Lenguaje...", op. cit., p. 83
[31] Ibid., p. 90
[32] White, H. Op. cit., pp. 218-219
[33]Braidotti, R., citando a Monique Wittig, op. cit., p. 226
[34]Lauretis, Teresa de. "La Tecnología del género", en Ramos Escandón, C. El Género en Perspectiva, De la dominación universal a la representación múltiple, UAM, México, 1991, p. 239-240
[35] MacDowel, Linda. Género, identidad y lugar, Catedra \ Feminismos, Madrid, 1999, p. 111
[36]Ibid., p. 66
[37]Rodriguez Magda, Rosa María. Foucault y la genealogía de los sexos, Anthropos, Barcelona, 1999, pp. 52 a 67
[38]Ibid., p. 119 a 133
[39]Foucault, Michael. Historia de la sexualidad. 2. El uso de los placeres, Siglo XXI eds. Madrid, 1987, p. 32
[40]Castellanos, Gabriela. "Introducción. Nuevas concepciones de la subjetividad como transfondo teórico de los estudios de género", en: Castellanos, Gabriela y Accorsi, Simone. Sujetos femeninos y masculinos, Ed. La Manzana de la Discordia, Centro de Estudios de Género, Universidad del Valle, Cali, 2001, pp. 17-19
[41]Touraine, Alain. ¿Podremos vivir juntos?, FCE, Buenos Aires 1998, p. 66
[42]Ibid. ¿Qué es la Democracia?, FCE, Buenos Aires, 1998, p. 22. También del mismo autor: Crítica de la modernidad, Temas de hoy, Madrid, 1993, parte III, capítulo 1
[43]Ricoeur, Paul. "De la fenomenología al conocimiento práctico. Paisaje intelectual de mi vida", Archipiélago, nº 47, Madrid, 2001, pp. 35-36
[44]Scott, Joan W. "La Experiencia como prueba", en: Carbonell, Neus y Torras, Meri (comps.) Feminismos literarios, Arco\libros, Madrid 1999 (1ª 1991), p. 86
[45]Ibid., p. 106
[46]Canning K. Op. cit., p. 778
[47]Ibid., p. 379
[48]Entre otras, Molina Petit, Cristina. Dialéctica feminista de la Ilustración, Anthropos, Barcelona, 1994, pp. 33-34
[49]Opus. cit., p. 101
[50]Varela, Julia. Nacimiento de la mujer burguesa, Ed. de La Piqueta, Madrid, 1997, pp. 166-193
[51]Varela, J. Op. cit., pp. 192-211
[52]Sau, Victoria. Diccionario ideológico feminista, v. II, Icaria, Barcelona, 2001, pp. 100-101
[53]Ibid., p. 169
[54]Ibid. El vacío de la maternidad, Icaria, Barcelona, 1995, también: "Del vacío de la maternidad, la igualdad y la diferencia", Hojas de Warmi, nº 9, Barcelona, 1998
[55]Para una definición general de maternalismo en América Latina ver: Luna, Lola G. "Populismo, nacionalismo y maternalismo: casos peronista y gaitanista", Boletín Americanista, nº 50, Barcelona, 2000. El mismo artículo también en: Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella (eds.). Mujeres y Naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Vervuert, Frankfurt am Main, 2001
[56]Foucault, Michael. Arqueología ..., op. cit., Siglo XXI, eds., Madrid, 1979, pp. 62 y 72
[57]Ibid. Historia de la sexualidad, 2... op. cit., p. 15
[58]Ballarín, Pilar. "Dulce, buena, cariñosa... En torno al modelo de maestra / madre del siglo XIX", en: Calero Secall, Inés y Fernandez de la Torre Madueño, María Dolores (eds.). El modelo femenino: ¿una alternativa al modelo patriarcal?, Atenea, Málaga, 1996, p. 75
[59]Ibid. pp. 79-88
[60] Lozano Estívalis, María. Las Imágenes de la Maternidad, Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2000, pp. 109. La autora hace un recorrido histórico abundante sobre figuras de la virgen en relación a la maternidad
[61] "María esa mujer misteriosa", Crónica, El Mundo, 22.12.96, p. 10.
[62] Lozano, M. Ibid.
[63]González de Chaves. Asunción. "Las imágenes de la feminidad en los mitos y las religiones. De las grandes Diosas a la Virgen María", en: Monzón, María Eugenia y Perdomo, Inmaculada (eds.). Discursos de las mujeres, discursos sobre las mujeres, Centro de Estudios de la Mujer, Universidad de La Laguna, 1999
[64]Jagoe, Catherine. "La Misión de la Mujer", en: Jagoe, Catherine; Alda, Blanco; y Enriquez de Salamanca, Cristina. La mujer en los discursos de género, Icaria, Barcelona, 1998, p. 32
[65]Ibid.
[66]"El Papa dice que María es el "genio femenino", El Mundo, Madrid, 8.12.95, p. 55
[67]Millet, Kate. Política Sexual, Ed. Aguilar, México 1975; reedición de Cátedra \ Feminismos, Madrid, 1996
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