Introducción
Este artículo parte de la premisa que no se puede disociar sexo de género, como no se puede separar el cuerpo de la mente, por ello refuta la idea de que lo socialmente construido no tiene ninguna correlación con lo biológico y en este contexto busca explicar que por qué es incorrecto plantear que sólo existen dos géneros femenino y masculino. Para lo cual hace un análisis de la categoría género desde sus orígenes.
El buscar la máxima claridad teórica posible, a la luz de los nuevos descubrimientos científicos, es una necesidad imperativa, si queremos que la categoría género perdure y siga siendo de utilidad para superar las exclusiones, puesto que ninguna teoría basada en premisas débiles o erróneas puede mantenerse en el tiempo.
Este trabajo está escrito desde la perspectiva del feminismo de la diferencia y de una visión holística y ecológica de las sociedades humanas. Parte de la idea de no se trata de que las mujeres nos "liberemos de la biología", como han sostenido muchas feministas, sino liberarnos a nosotras, al mundo y a la biología del paradigma androcéntrico.
Orígenes de la categoría Género
El género es una categoría dual, que sólo incluye hombres y mujeres, para refutar esta dualidad y comprender su origen y limitaciones, nos remitiremos al Diccionario de Sociología, que dice: “Según Ann Oackley, quien introduce el término a la sociología, el término ‘sexo’ se refiere a la división biológica entre hombre y mujer; ‘género’ a su paralelo que resulta de la desigual división social en feminidad y masculinidad (Sex, Gender and Society, 1972). El género, entonces llama la atención sobre los aspectos socialmente construidos de las diferencias entre hombre y mujer.”(Marshal, Gordon, 1999)
Cabe aclarar que si bien Ann Oackley lo introdujo a la sociología, ella lo tomó prestado del psicoanalista Robert Stoller quién lo había incorporado para comprender los problemas de identidad sexual que tenían sus pacientes intersexuales y homosexuales.1 Oackley, no obstante, le cambió el significado psicológico para darle un carácter sociológico y con implicaciones muy diferentes. Para Stoller género significaba el sexo psicológico de las personas, mientras que para Oackley partiendo del supuesto que la socialización/educación es la que determina la identidad sexual y lo utiliza para referirse a las construcciones, roles y prescripciones sociales existentes en una determinada cultura sobre lo que se considera como masculino y femenino.
El género como sexo mental
El libro de Stoller Sexo y Género (1968), resultado de sus estudios sobre la identidad sexual y la homosexualidad, utiliza el concepto género para referirse “a los caracteres sexuales mentales” (Stoller 1968: viii). El, como otros psicoanalistas y psiquiatras, necesitaban un nuevo término para diferenciar el sexo físico del sexo psicológico, porque ellos comprobaban que la identidad sexual de sus pacientes homosexuales y/o transexuales no tenía correspondencia con sus genitales y características físicas sexuales externas.
Stoller, llegó a la conclusión que: “Género es un término que tiene connotaciones psicológicas y culturales más que biológicas; si los términos adecuados para el sexo son varón y hembra, los correspondientes al género son masculino y femenino y estos últimos pueden ser bastante independientes del sexo biológico.”(Stoller: 187) Es decir que, de acuerdo a esta línea de pensamiento, el género del transexual con características físicas masculinas, sería mujer porque se identifica con este sexo. No obstante lo biológico, no solamente incluye las características anatómicas visibles, sino también las psicológicas o mentales.
Las investigaciones de Stoller si bien realizaron aportes valiosos, estaban limitadas, como el mismo afirma, por el método psicoanalítico freudiano que le daba un carácter especulativo (Stoller 1966: 262) y por los conocimientos biológicos de su época. Stoller como psicoanalista, creía que en las relaciones que la madre establecía con sus hijos/as eran el factor determinante en la formación de la psiquis y de la identidad sexual de sus hijos/as.2 Para él, la homosexualidad era resultante de una relación “disfuncional” con la madre.
No obstante, en la actualidad, por una parte, ya se ha superado la visión psicoanalítica que tendía a responsabilizar y/o culpabilizar a la madre por los problemas psicológicos de sus hijo/as y por sus inclinaciones naturales.3 Y, por otra parte, la idea de que la homosexualidad y la transexualidad sean "aberraciones" resultantes de relaciones disfuncionales, puesto que ahora, cada vez más se va reconociendo que son variabilidades de sexualidad con las que ciertos individuos nacen. (Colapinto, 2000) La falla de Stoller, muy comprensible en los años 60, es que no llegó a reconocer que tanto en las características físicas como mentales no solamente existen dos géneros y dos sexos y que lo mental no sólo está determinado por la sociedad, sino también por la química del cuerpo.
El sexo biológico
En términos biológicos el sexo es una forma de reproducción que consiste en el intercambio de genes que corresponde en un 50 por ciento de la hembra y 50 por ciento del macho.4 Sin embargo, en la naturaleza las cosas no son tan simples y se presentan variabilidades de sexo, entre ello, varias especies que pueden cambiar de sexo dependiendo de las condiciones ambientales o especies en las que los individuos tienen los dos sexos.
En los seres humanos tampoco las cosas son simples. En Santo Domingo, por ejemplo, está bien documentado que hay niños que desarrollan los genitales masculinos recién al llegar a la pubertad (Síndrome de deficiencia de la Dehidrotestosterona). Además, el hecho de que la homosexualidad y la bisexualidad sea común en muchas especies de animales indica que es una característica biológica y no socialmente adquirida.
Para comprender la complejidad de la sexualidad humana, hay que mencionar que los especialistas distinguen una serie de variabilidades de sexo tanto a nivel de los cromosomas, de las gónadas, del ambiente hormonal fetal, del aparato reproductivo interno, de la apariencia de los genitales externos, de las hormonas de la pubertad, de las características anatómicas y de la identidad sexual.
A nivel de los cromosomas, por ejemplo, no solamente existen las variables del sexo femenino determinado por los cromosomas XX , o el masculino determinado por los XY, sino también que al copiarse los genes se producen una serie de variedades como puede ser XXX (metamujer), XYY (superhombre), XXY (síndrome Klinefelter, considerado hombre), X- (Síndrome Turner, considerado mujer), mientras que los fetos que solamente tienen el cromosoma Y- (son inviables y mueren en el útero) y finalmente XX-XY (mosaico que puede tener las características de ambos sexos) que se los suele considerar hermafroditas.
Estas variantes son más comunes de lo que imaginamos, ya que por ejemplo el síndrome de Klinefelter se presenta en uno entre mil infantes, y el hermafroditismo , según estimaciones, se presenta en un individuo de cada dos mil. (Colapinto 2000: 31) Por lo tanto, estas diferencias deberían dejar de ser vistas como "anormalidades" para ser consideradas como variabilidades naturales y ser socialmente aceptadas.
Además, hace ya más de tres décadas que ha sido demostrado que las hormonas prenatales juegan un rol fundamental, no sólo en el desarrollo de las características sexuales físicas y en la aparición de los genitales, sino también en el sexo mental. Por ejemplo, en ausencia de hormonas andrógenas el feto masculino (XY) no llegará a desarrollar las características masculinas y presentará un aspecto femenino al nacer, porque el plan biológico básico es mujer y no hombre. Enke Ehrhardt estudió diez niñas que estuvieron expuestas a altas dosis de testosterona durante el embarazo debido a la progestina utilizada para prevenir los abortos espontáneos. Nueve de estas niñas nacieron con genitales masculinizados y desde la infancia mostraron comportamientos e inclinaciones masculinas "marimachos". (Colapinto: 55)
El rol crucial de las hormonas en el desarrollo de la sexualidad, particularmente en la pubertad ha sido ampliamente estudiado y actualmente muchas personas se someten a tratamientos hormonales sea para femenizar sus características físicas o masculinizarlas y recientes estudios indican que las hormonas no sólo cambian el aspecto físico, sino también el comportamiento.
Por otra parte, Hines afirma que como las hormonas influencian el desarrollo del cerebro, "La mayor parte del cerebro de los mamíferos es similar en los machos y en las hembras, pero hay regiones que defieren por sexo. Estos están localizadas primariamente en las partes más primitivas del cerebro, como en el hipotálamo y la amígdala. Las regiones del cerebro que difieren en hembras y machos también tienen receptores que permiten a las células responder a los andrógenos". (Hines, 2000) Existen también estudios que han mostrado diferencias en el cerebro no sólo de la mujeres y los hombres, sino también de los gays y de los transexuales (Zhou, et. alt., 1997).
Esto muestra que el substrato biológico del comportamiento sexual es mucho más complejo de lo que se suele pensar y que va más allá de la división binaria entre hombre y mujer. Significa que existe un continuo de diferencias entre lo que se considera mujer y hombre, o tal vez entre supermujer (XXX) y superhombre (XYY). Es así que cuando nos referimos al sexo y al género deberían tomarse en cuenta estos factores y, en consecuencia, debería ponerse en cuestión la arraigada creencia de que biológicamente sólo existen dos sexos y dos géneros.
El dualismo del género
En este sentido, la teoría Queer propuesta por los homosexuales, transexuales y los intersexuales (hermafroditas o con genitales ambiguos) tiene razón al negar que solamente existen dos sexos y afirmar que este razonamiento forma parte del pensamiento binario o dualista, muy cuestionado hoy en día. Concordando con la teoría Queer que en la naturaleza no existen categorías binarias, sólo en la mente humana, y que tampoco es correcto ver al sexo en términos dualistas, como hemos tratado de demostrar en la argumentación anterior, esto no significa que el sexo masculino y femenino no sean los más comunes y que las categorías binarias deban desaparecer.5
Las categorías binarias son un principio organizador del pensamiento particularmente útil para el aprendizaje. El problema radica que en la lógica occidental éstas son utilizadas predominantemente como opuestos excluyentes. Por ejemplo, si no se es hombre, se es mujer, sin concebir otras posibilidades. No obstante, cuando se entiende las categorías binarias como opuestos complementarios incluyentes, esta oposición no niega uno u otro, sino que incluye otras posibilidades. La sabiduría hermética nos dice que las cosas sólo varían en grado, es decir que en todo se presenta un continuo de gradaciones. Como en la gama de colores que va del blanco al negro.
Sin embargo, como la categoría del continuo es menos útil para procesos mentales simples, no se pueden desechar las categorías binarias, sino más bien comprenderlas como opuestos complementarios incluyentes.
En suma el género, entendido como sexo mental, sirve para distinguir la identidad sexual que cada persona asume y lo que actualmente se llama opción o preferencia sexual, que no es simplemente una opción, sino que forma parte de las características con las que algunos individuos vienen al mundo. Las dolorosas experiencias de los transexuales que persisten en cambiar de sexo, demuestran que no optan libre y espontáneamente por ello, sino que tienen fuertes inclinaciones naturales para hacerlo.
Uno de los grandes problemas de los estudios en homosexualidad y transexualidad es que, al no salir de estas categorías binarias excluyentes, consideraban a sus pacientes como "anormales" y realizaban intervenciones quirúrgicas, terapias hormonales y tratamientos psicológicos para convertirlos en "normales". Como reacción a esto, los intersexuales de los Estados Unidos realizaron protestas en los años noventa en contra de estas intervenciones quirúrgicas realizadas en la infancia porque frecuentemente se trataba de mutilaciones de sus genitales. El reverso de esto, es el caso de los transexuales que llegada cierta edad y al no identificarse con el sexo asignado desde la infancia, por propia y espontánea voluntad solicitan intervenciones quirúrgicas para cambiar sus genitales.
En consecuencia, es menester reconocer que el género debería incluir no sólo a los heterosexuales (hombres y mujeres) sino también , homosexuales (gays y lesbianas), transexuales o intersexuales y asexuales --porque también existen gente que no tiene ninguna inclinación sexual. Si negamos esta acepción original de género habría que inventar otro término, pues tratándose de sexualidad estas variabilidades no se pueden dejar de reconocer.
El género asignado
Basada en las afirmaciones de Stoller, Oackley cambia la lógica y línea de razonamiento psicológico para utilizar el concepto género como los roles y prescripciones asociadas, que las diferentes sociedades y culturas atribuyen a las mujeres y los hombres. Por ello, afirma que el sexo es independiente del género y que son la sociedad y la cultura las que lo determinan a través de la educación.6
Oackley afirma "A un niño recién nacido no sólo se le clasifica inmediatamente según su sexo, sino que también se le asigna un género… desde entonces son las actitudes de los mayores hacia el bebé las que van formando su identidad de género", y son "…hechos que marcan el comienzo de una proceso de aprendizaje del género que resulta de capital importancia para el niño." Por ello se dedica a analizar "las formas concretas en las que se aprende el género, es decir, los mecanismos sociales y las respuestas personales implicadas en dicho aprendizaje. Examina la manera en que evolucionan la masculinidad y la femineidad de la personalidad, la conducta, las actitudes y los papeles sociales a causa de la experiencia culturalmente determinada del aprendizaje del género." (Oakley, 1972: 205). Desde entonces se ha sostenido que el género es simplemente aprendido y esto se lo ha repetido como una letanía en los estudios y políticas de género.
Oakley afirma: "el niño percibe perspicazmente que el género viene definido por la sociedad y no por la biología" (Oackley: 189). Y justifica científicamente que el género es aprendido basándose en las investigaciones de la Universidad John Hopkins de los Estados Unidos, llevadas a cabo por el Dr. Money y sus ayudantes John y Joan Hampson, de acuerdo a los que supuestamente se podía reasignar el género sin ningún problema.
Los estudios del Dr. Money que supuestamente confirmaban la reasignación exitosa de género, han demostrado ser uno de los mayores fraudes de la medicina del siglo pasado. El más famoso paciente del Dr. Money, David Reimer , quien, al perder su pene a los 8 meses, fue castrado para que sus genitales se asemejen a los femeninos, se le reasignó el género y fue criado como mujer bajo las pautas del Dr. Money. Este jóven no dejó de mostrar fuertes comportamientos masculinos y, después de largos sufrimientos y tortuosos tratamientos para hacer que su personalidad corresponda a la del género reasignado, entre ello hormonas para femenizar sus características físicas, se reveló en su adolescencia para reconvertirse en hombre y actualmente se encuentra felizmente casado con una mujer. Los detalles de este caso y otros han sido ampliamente documentados en el libro: "As Nature Made him" (Colapinto, 2000)
Los estudios del Dr. Money fueron frecuentemente utilizados para demostrar que el género es una construcción social y que la educación es más importante que la biología. La falacia de la fácil reasignación de género fue ampliamente repetida en textos feministas. Una de las más famosas críticas feministas de las teorías biológicas sobre el sexo, Anne Fausto Sterling afirma: "El (Money) encontró que resignar el sexo era fácil, cuando éste producía en los primeros tres años de vida, pero luego los cambios serían psicológicamente difíciles, si es que no imposibles." Más aún, agrega: "La noción de Money de la fijación psicológica irrevocable (del género), puede haber sido establecida de forma demasiado rígida. Los humanos, especialmente los niños, están llenos de sorpresas. Y lo mismo puede suceder con el desarrollo de la identidad de género" (Fausto-Sterling 1992: 86, 87).
Conclusión
La idea de que la educación es más importante que nuestras características biológicas ha plagado los estudios de género. No obstante, si el género fuera solamente aprendido, bastaría con la enseñanza en un determinado género y no habría homosexuales o transexuales. Más aún, a través de la educación podríamos llegar a conformar un género neutro o intermedio que no sea masculino o femenino, sino andrógino (mitad hombre y mitad mujer), como lo propuso Simone de Beauvoir hace ya más de 50 años. Sin embargo, las evidencias científicas demuestran que esto no es posible. Actualmente existen muchos estudios y testimonios de intersexuales que corroboran que la educación no determina la identidad sexual.
El movimiento de liberación de los/as homosexuales y transexuales ha demostrado que por más que se los o las eduque con todas las normas del sexo atribuido, se rebelarán y no se comportarán de acuerdo a éste. La homosexualidad ha existido en todo tiempo y lugar, a pesar de que se ha tratado de reprimirla, jamás se la pudo eliminar puesto que es una variable natural de sexualidad, por lo que también se presenta en muchas especies animales y es común entre los primates.
En conclusión, el dualismo del género debería superarse e incluir las otras variabilidades, puesto que al considerar el sexo y al género en términos binarios, estamos implícitamente negando los derechos humanos de una buena porción de la humanidad que no se ajuste al canon heterosexual femenino y masculino. Significa, en otras palabras, perpetuar las exclusiones, las discriminaciones y que no se reconozcan los derechos de homosexuales y transexuales, como su derecho a casarse, tener familia, a heredar los bienes de su pareja, etc. Por ello, es necesario que el movimiento feminista, vaya más allá de la dualidad de la categoría género.-
Referencias
Colapinto, John. 2000 As Nature Made Him. The boy who was raised as a girl. New York: HarperCollins Publishers.
Fausto-Sterling, Anne. 1992 Myths of Gender. New York: BasicBooks, HarperCollins Publishers. (Second Revised Edition)
Hines, Melissa. Hormones and Sexual Destiny. BBC website. Heatlh.
Hendricks, Melissa. “Into the Hands of Babes”. Johns Hopkins Magazine. September, 2000.
Marshal, Gordon, 1999. A Dictionary of Sociology. Oxford.
Oackley, Ann. 1977. La mujer discriminada. Biología y Sociedad. Madrid: Editorial Debate. (Traducción de Sex, Gender and Society, 1972)
Stoller, Robert.1968. Sex and Gender. New York :Science House.
Zhou, J. -N, Hofman, L.J. Goren, Swaab, D.F. (1997) A Sex Difference in the Human Brain and its Relation to Transsexuality. IJT 1,1.
©Teresa Flores Bedregal, 2003 / tflores@megalink.com
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