sábado, 28 de abril de 2007

La ignorancia institucionalizada de las lesbianas

Valeria Flores

Colectiva Feminista La Revuelta
Es la cancelación de la existencia de las lesbianas, la estrategia que durante siglos ha seguido consistentemente el orden patriarcal para controlar esta forma de deseo femenino; ya que al parecer se trata de una forma de deseo femenino que amenaza seriamente la estabilidad del modelo de sexualidad reproductiva que ordena los sistemas de parentesco, y con ellos, las relaciones sociales primarias en las formas patriarcales.

Adrienne Rich[1] define que la heterosexualidad obligatoria garantiza un modelo de relación social entre los sexos en el cual el cuerpo de las mujeres siempre es accesible para los hombres. Ella dice que no existen ni opción ni preferencia reales donde una forma de sexualidad es precisamente definida y sostenida como obligatoria.

Sobre esta ignorancia institucionalizada, podríamos preguntarnos acerca de su modo de producción. ¿Qué es la ignorancia? Guacira Lopes Louro[2] dice que la ignorancia no es neutra, ni un 'estado original', no es falta o ausencia de conocimiento sino un efecto de conocimiento; sostiene que "... hay que admitir que la ignorancia puede ser comprendida como producida por un tipo particular de conocimiento o producida por un modo de conocer. Así la ignorancia de la homosexualidad podría ser leída como constitutiva de un modo particular de conocer la sexualidad".

En "La epistemología del closet"[3], un interesante trabajo de la teórica queer Eve Sedgwick, plantea que el closet genera un régimen de conocimiento y en torno a él se articulan una serie de conflictos relacionados con la visibilidad y el ocultamiento, la represión y la liberación, de lo dicho y lo no dicho, y de los mecanismos de posibilidad de nombrar y enunciarse.

"El secreto funciona como: la práctica subjetiva en la que están establecidas las oposiciones privado/público, adentro/afuera, sujeto/objeto, mantiene inviolada la santidad de su primer término. Además, el fenómeno del "secreto a voces" no causa, como se podría pensar, el colapso de aquellos binarismos y sus efectos ideológicos, sino más bien testimonia su fantasmática recuperación". (Sedgwick)

En la cultura del siglo XIX, en la que se procedió a elaborar una versión del conocimiento/sexualidad cada vez más estructurada por el agudo rechazo cognitivo de la sexualidad entre personas del mismo sexo, conocimiento y sexo se volvieron conceptualmente inseparables uno del otro, de modo que conocimiento significa en primer lugar conocimiento sexual e ignorancia, ignorancia sexual. El efecto gradual de este rechazo cosificante significó que al final de ese siglo, cuando se volvió completamente admitido que el conocimiento significa conocimiento sexual y el secreto, secretos sexuales, se había desarrollado de hecho una sexualidad particular que fue constituida distintivamente como secreto.

Judith Butler[4] afirma que el sujeto es construido mediante exclusiones y diferenciaciones. Estos actos de diferenciación lo van a distinguir de su exterior constitutivo, que se configura como un dominio de alteridad degradado. La exclusión opera mediante la creación de un dominio de sujetos desautorizados, presujetos, de poblaciones borradas del panorama visual; y las lesbianas ocupamos ese dominio de sujetas borradas de lo posible de imaginar.

En el estudio sobre la vida de Benedetta Carlini (monja lesbiana que nació en 1590 en Italia) realizado por Judith Brown[5], encontramos varios indicios de por qué se silenciaba el lesbianismo, considerado que era un pecado que infrigía las leyes de Dios y de la naturaleza. Algunos de ellos son:

• Descalificar el lesbianismo como asunto serio

"Muchas leyes civiles contra relaciones entre el mismo sexo, incluyendo la ley inglesa de 1533 que castigaba la sodomía con la muerte, no hacían mención específica a las mujeres. En cambio eran muy explícitos con los actos cometidos por los varones y las penalidades que se les debían imponer. Dado el conocmiento que los europeos tuvieron sobre la existencia de la sexualidad lesbiana, su negligencia con respecto a este tema en derecho, teología y literatura indica que no quisieron darle crédito.

Para él [Brantome], como para muchos otros hombres de su tiempo, la atracción mutua de las mujeres no era asunto serio".

• Las mujeres son inferiores a los hombres

"Otra razón para ignorar la sexualidad lesbiana era la creencia de que las mujeres, consideradas por naturaleza inferiores a los hombres, simplemente trataban de emularlos..

Estas ideas estaban apoyadas por las observaciones y escritos de los médicos. Algunos habían reparado en que, en ciertos casos, las mujeres no sólo imitaban a los hombres sino que se convertían realmente en hombres.

Estos cambios de sexo efectuados por la naturaleza siempre funcionaban en una única dirección, de hembra a varón. No se recordaban ejemplos de transformaciones inversas. No parecía posible que la perfección degenerase en imperfección."

• Las mujeres son proclives a la carne y a la lujuria (es decir, al placer)

"...no será hasta el siglo XVI, cuando las reformas católicas y protestantes se preocuparon cada vez más por legislar una conducta moral, para reprimir la herejía, una ofensa asociada tradicionalmente con la homosexualidad. Los consejos de Sinastri (clérigo italiano) a los confesores acerca de cómo obtener información de alguien sospechoso de crímenes lésbicos remiten al antiguo temor de que las mujeres, dada su gran capacidad lúbrica y su limitada capacidad de raciocinio, pudieran desatar su fantasía si oían tales cuestiones.

Más aun que la sodomía masculina, la sodomía entre mujeres era "el pecado que no se podía mencionar". En el siglo XV, el manual de la confesión atribuido a Jean Gerson lo denominaba un pecado contra natura en el cual "las mujeres se tiene unas a otras por detestables y horribles métodos que no deben nombrarse ni escribirse". Un siglo después, Gregorio López se refiere a él como "el pecado silenciosos", peccatum mutum. Por esta razón Germain Colladon, el famoso jurista del siglo XVI, aconsejaba a las autoridades ginebrinas, quienes no tenían experiencias anteriores de crímenes lésbicos, que la sentencia de muerte fuese leída en público, como se solía hacer en casos de homosexualidad masculina, pero que la descripción acostumbrada de los crímenes cometidos debía evitarse. "Un horrible crimen contra natura - escribió- es muy detestable y por el horror que produce no puede ser nombrado". El problema no era que Colladon aborreciese de manera especial esta clase de ofensa, sino el temor a que las mujeres, debido a sus naturalezas más débiles, estuviesen más dispuestas a recibir la sugerencia.

En consecuencia, mientras que a los hombres hallados culpables de sodomía se les debía leer sus crímenes en alto para disuadir a otros, en cambio era mejor no mencionar las relaciones entre mujeres."

Desmontar las representaciones acerca de las lesbianas que sostienen la ignorancia sistemática de una práctica erótico/sexual entre mujeres, es un interesante ejercicio teórico y político que contribuiría a combatir la heterosexualidad obligatoria, o como la concibe Butler, esa matriz heterosexual.[6] Y lo que es más importante, haría posible vivir nuestras vidas de manera más libre.


Notas

[1] Rivera Garretas María M. (1994). Nombrar el mundo en femenino. Icaria. Barcelona.

[2] Lopes Louro Guacira (2001) (Org.) O corpo educado. Pedagogias da sexualidade. Autentica Editoria. Belo Horizonte, Brasil.

[3] Sedgwick, Eve (2000). Epistemología del closet. En Grafías de Eros. Historia, género e identidades sexuales. Edelp. Ediciones de la École Lacanienne de Psychanalyse Buenos Aires.

[4] Butler, Judith. Fundamentos contingentes: el feminismo y la cuestión del "posmodernismo". Centro de documentación sobre la mujer, Bs As.

[5] Brown, Judith (1989) Afectos vergonzosos. Sor Benedetta: entre santa y lesbiana. Ed. Crítica, Barcelona

[6] Butler concibe la matriz heterosexual como esa "rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan cuerpos, géneros y deseos...como un modelo discursivo/epistémico hegemónico de inteligibilidad de género, el cual supone que para que los cuerpos sean coherentes y tengan sentido debe haber un sexo estable expresado mediante un género estable (masculino expresa hombre, femenino expresa mujer) que se define históricamente y por oposición mediante la práctica de la heterosexualidad". Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidos, 2001, México


18 de octubre del 2003

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