Por Yuderskys Espinosa
Buenos Aires, 2004
A Mitilene y a La Casa de las Lunas,
por lo que, en diferentes momentos y países,
representaron para muchas de nosotras en la
conformación de un imaginario y una política
feminista lesbiana.
A todas las lesbianas feministas
que antes y hoy hacen posible pensar una
historia lesbiana como referente fundamental
en la trasgresión al patriarcado.
Lo que intento hacer en este breve ensayo, es un acto de rememoración del trayecto tortuoso y la vez apasionante recorrido por el movimiento lésbico latinoamericano y caribeño a partir de mi propia experiencia como activista y pensadora feminista. Lo que me propongo es, primero, acercarme a y proponerles una lectura posible de esta existencia en las últimas décadas del siglo XX. Lo hago en la necesidad de que no quede oculta una vez más, no solo por la institución heteronormativa, sino también por el feminismo y por las propias lesbianas por tantos enfrentamientos, por tanto que no nos perdonamos, por tanto que nos corroe esa imposibilidad de affidamiento entre "nosotras". Finalmente, y a partir de esta reconstrucción les propongo algunas tesis que explicarían este trayecto histórico.
Un camino personal del feminismo y del lesbianismo.
"No ha sido menos la historia de mi deseo, que mi historia de la política: la necesidad de estar entre "mujeres" y la necesidad de liberarme de sus confines. Cuando se abrió la puerta me dispuse".
Con el perdón de las compañeras que desde siempre han intentado negar la relación entre feminismo y lesbianismo, yo confieso, para empezar, una real imposibilidad de adscribir, a una concepción política del feminismo que prescinda de esta vinculación. Ello se debe quizás a un vicio personal constitutivo, porque a pesar de los avatares y desencuentros que en la intercepción de este binomio se han producido, la política feminista a la que adscribí desde un inicio y en la que sigo creyendo hoy, aun a estas alturas de dilución del movimiento, no puede pensarse sin la existencia de las lesbianas, de la misma manera como la política lesbiana que me interesa, mi propio acceder a denominarme y vivir como tal, no puede pensarse por fuera de la teoría y la práctica feminista. Negar u ocultar el nexo entre la política lesbiana o a la política feminista sería negar mi propia historia, mi propia refundación.
De hecho, en mi historia; el paso que me llevó a una me llevó a otra. La teoría y la práctica feminista con la que me topé a finales de la década del 80, cuando era una resignada estudiante de psicología lista para casarse, se produjo en mi un cataclismo de consecuencias inesperadas. Un acercamiento a la teoría acompañado de una reflexión profunda sobre mis propias ataduras no me condujo sino a ese lugar de cuestionamiento del mundo a través de mi misma. Si hay algo que puedo recordar de esa época fue que avivó una mirada inquisitiva sobre mi misma que me llevó a un cuestionamiento del propio deseo. De allí al amor disidente fue solo un paso. En ese momento, pero aún hoy, siento que el camino que elegí no podía haber sido otro. Para mi la propia reinscripción del deseo, fue el mayor reto, la mayor liberación.
Llegué, entré y me puse a bailar con ellas. Ni bien acababa de llegar, entre risas y abrazos nos sorprendieron los primeros rayos de luz. La bella noche terminaba. Entonces, en medio del baila, en un instante definitivo, todas desaparecieron. Las busqué entre pitos, maracas, guirnaldas, vasos, botellas de cerveza, libros, afiches, volantes, discursos... ya no había nadie, pero me nutrí de los restos".
Mitilene, el grupo de lesbianas feministas que me vio nacer fue por mucho el grupo más radicalmente feminista que existió durante los 80's en Dominicana. Fue gracias a su existencia que pude nutrirme de esa idea del feminismo que he rememorado en otra oportunidad como "experiencia de subjetivación", como firma de habitar el mundo, como paso que nos vuelve otras(1). Y fue gracias a este feminismo que encontré y desarrollé un deseo lesbiano como política sexual y placer en la resistencia. Creo sinceramente que una política y una práctica feminista radical te conduce ineludiblemente a una "opción por las mujeres", uno de cuyos resultados tiende a ser el desarrollo de una erótica lesbiana, para nada desdeñable. Y es ahí uno de los problemas con que se topan las defensas feministas de la no lesbianización del movimiento. Aunque ésta es una experiencia personal, precisamente porque somos feministas, sabemos mejor que cualquiera que habla de mucho más que de mi. Tengo la sensación (¡que falta de rigurosidad científica!) que esta experiencia del feminismo como tránsito hacia otro lugar, como re-subjetivación, es algo que ha tenido que ver con un tipo de feminismo al que todavía adscribimos algunas hoy, y al que muchas adscribieron en el pasado, sobre todo en las décadas del 70 y el 80.
Y ahí que decir con la idea de hacer un paralelo entre mi propia experiencia y la colectiva, que lo que yo viví después de este momento (muy corto para mí, ya que yo llegué al feminismo al final de los 80's) fue un vacío importante. Porque a principios de los 90's comenzamos a percibir que algo estaba cambiado. En mi pequeño país, por ejemplo, algunas intentamos resarcir la falta dejada por la desaparición de Mitilene e intentamos algunas otras experiencias grupales, en donde yo, ya sí, participaba. Y recuerdo la desilusión que me produjeron cada uno de los intentos: lo que fue ya no era, las que fueron tampoco. En vano algunas intentábamos resistirnos cuando al poco tiempo ya se nos vino la carrera hacia Beijing. Para muchas, la pesadilla vino de tal forma que no nos dimos cuenta hasta que muchas ya estaban bien adentro: Cabildeo, negociación, agenda, lobby, financiamientos... derechos reproductivos... derechos sexuales y reproductivos (!!!?). El feminismo institucional en su gran época, en su gran despliegue. Y fue triste ver a todas esas lesbianas, en su intento patético de sobrevivir en la vorágine de un feminismo en el que ya no contaban definitivamente. El feminismo ya no era el mismo y en este no había espacio para la política de contra cultura en donde las lesbianas se reproducían y se convertían en referente de discurso y prácticas.
Al tiempo que esto ocurría, una nueva agenda de derechos humanos y sexuales comenzaba a aparecer en el escenario internacional augurando un lugar de articulación para las llamadas "minorías sexuales". Fue el llamado movimiento de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y todas las otras "T" y la "I" que se le fueron agregando en el camino. En un momento en el que las lesbianas ya no eran interpeladas por un feminismo cada vez más heterocéntrico que en la búsqueda de su legitimación no dejaba de señalar la diferencia entre ser feminista y ser lesbiana, lo LGTTB fue un nuevo lugar de adscripción para algunas lesbianas que venían de una trayectoria feminista t para las que no. El movimiento LGRRB centrado en la demanda de reconocimiento al que alude Nancy Fraser en sus recientes trabajos(2), se había iniciado en los EEUU y comenzó a gestarse en América Latina, en un momento de reflexión, debilidad y pérdida de sentido, de las propuestas más radicales de transformación social, incluyendo la feminista. Con un fuerte impulso por parte de las agencias de financiamiento, se definió la nueva agenda para las lesbianas homologada y diluida a la de otros grupos en situación de desventaja social debido a sus prácticas sexuales. Las lesbianas impulsadas, contenidas y convencidas de un discurso cada vez más fragmentado que consideraba separadamente las diferentes opresiones, y que en particular separó la opresión patriarcal de la opresión sexual heterosexista, fueron instaladas en una lucha conjunta por el derecho, que reclamaban cada vez más las minorías, a la inclusión: Salud (léase VIH/SIDA, fundamentalmente), introducción de demandas en la agenda de las Naciones Unidas y de los gobiernos, legislación antidiscriminatoria, derecho a la maternidad y a la paternidad, derecho al matrimonio.
Encuentros, congresos, seminarios no dejaban de llamar a la unidad de la que se identificaba como una "comunidad". Mi cercanía cada vez mayor a la teoría y mi práctica política que no abandonó aún dentro del feminismo, una política lesbiana, me llevó a una incursión en estos espacios, en donde al igual que en el nuevo espacio feminista, siempre he sido una especia de voz disonante, una especie de "problema". Trabajar aquí y allá, me ha permitido hacer el cruce de perspectivas y mantener con el tiempo esa articulación que creo necesaria entre feminismo y lesbianismo. Ha sido darme cuenta de lo que se ha perdido en la ruptura a nivel del análisis y de la Utopía. Además del dolor por la prácticamente desaparición de la figura de la lesbiana del ámbito feminista, ha sido una daga directa al corazón ver la evolución del movimiento GLTTBI (ya no más la "L" delante, como acto de reconocimiento de los demás grupos del lugar de particular invisibilización de las lesbianas a través de la historia), donde una vez más la lesbiana, devenida de mujer, ha pasado a ser la olvidada, tal cual la organización patriarcal más antigua. Cuando en medio de uno de estos encuentros se organizó el concurso. "Miss Universo Gay", comprendí por donde andaba el problema: no era lo mismo lo que andábamos buscando.
La sensación general que yo tengo de los 90's es más o menos esta, con excepción de la brecha que abrió la línea del feminismo autónomo, en donde muchas lesbianas feministas encontramos un espacio de resistencia ante el correr de la época. Quiero no dejar de mencionar aquí, el hito que marcó, por ejemplo, una Casa de Las Lunas, en Buenos Aires, en un momento de ruptura, en donde ya casi en todas partes una política lesbiana feminista había sido cancelada, desechada y acusada de "separatista" (término que ya para la época gozaba de una carga negativa).
Después de Chile, donde se celebró el VII CFC en 1996 en cada uno de nuestros países, las autónomas, fundamentalmente lesbianas activistas feministas, logramos por un breve y efímero momento una llamada de atención sobre la pérdida de radicalidad del feminismo, con unas consignas y una visión del movimiento, impregnada de este espíritu de "comunidad entre las mujeres" y la recreación de otras formas de estar en el mundo, como recuerdan los escritos y las acciones de Margarita Pisano, en Chile; de Ximena Bedregal, entre otras, en México; de las Mujeres Creando, en Bolivia; de La Casa de las Lunas, las jornadas de autónomas y las publicaciones de ATEM, en Argentina; así como, las Chinchetas, grupo que junto a Ochy Curiel, fundamos en Dominicana. Si bien este momento de corta duración no se denominó en su conjunto como un movimiento de feministas lesbianas, e incluso habían a su interior algunas compañeras que no se relacionaban.
Eróticamente con otras mujeres, guardo la hipótesis de que ha sido aquí la última resistencia colectiva de importancia al avance de un feminismo, que vaciado de sus posturas más radicales, prescindió del análisis de la heterosexualidad obligatoria como institución fundante del patriarcado, y de las lesbianas como referente e imaginario de libertad e independencia, disponible para todas las mujeres y no solo para las lesbianas.
Lo que el llamado feminismo autónomo trajo otra vez a la conciencia, fue ese convencimiento que muchas tuvieron en los 70's y en los 80's de que levantar las bases sobre las que se sostiene la existencia de las mujeres, como grupo al servicio de los varones, no puede lograrse sino a través de un trabajo profundo con nuestro propio ser y estar en el mundo, con todo aquello que sustenta la idea normativa de género y deseo. Así, en nuestras preocupaciones, nuestra política, nuestra mirada, nuestra forma de relacionarnos, rememoré esa política feminista lesbiana que había perdido tempranamente.
Pero el momento duró poco y ya para el 2000 poco quedaba de este movimiento. Con un feminismo desmembrado, desarticulado, huérfano de utopías, viviendo apenas de los proyectos y de las agendas internacionales, todavía andamos unas pocas feministas lesbianas tratando de sobrevivir en las pequeñas fisuras que aquí y allá se abren de vez en cuando... fisuras como la Casa del Encuentro, que si bien se sostiene fundamentalmente por lesbianas no políticas, se nos aparece a algunas como un oasis en el desierto, y allí estamos con los viejos vicios, con los dolores entre algunas, con esa manía de "crear movimiento".
Algunas pistas para pensar la trayectoria de la relación feminismo-lesbianismo, en América Latina y el Caribe.
Lo que me gustaría proponer ahora es una reflexión respecto de la evolución de esta relación entre feminismo y lesbianismo en América Latina desde la década del 80, y qué? Puedo colegir de esta reconstrucción.
Hay una vinculación necesaria entre feminismo y lesbianismo que yo entiendo tiene que ver con una comprensión cada vez más acabada dentro de la teoría feminista de la heterosexualidad obligatoria como institución social responsable de la producción de un sujeto femenino cuyo deseo e identidad asegura la dependencia al varón. Esto es algo que teóricas como Butler, Teresa de Lauretis y MacKinnon, entre otras, han tratado de demostrar en sus trabajos por lo que no me explayaré aquí porque no es el objetivo4. Lo que sí quiero afirmar es que parecería que una práctica feminista que pretenda ir más alllá de la demanda de igualdad, de identidad y de derechos, pone en juego la aparente naturalidad con que se presupone que se establece la unidad sexo-género-deseo, como si fuera un ámbito descontaminado de poder y por tanto obra de cada historia particular, abriendo, así, caminos de auto cuestionamiento y de experimentación personal en la que el lesbianismo aparece como una acción conciente y deseada de unir política y vida. De hecho se pueden documentar muchas experiencias de feministas que no encontraron o no percibieron o no se enfrentaron a su deseo lesbiano hasta que entraron al movimiento. Lo que quiero decir con esto es que hay suficientes pruebas históricas como para afirmar que un camino de libertad para las mujeres está unido a una revisión de la relación con los varones a todos los niveles y que ello ha llevado a muchas, a desarrollar formas de sexualidad y relación que excluye o hace marginal la presencia de los hombres en sus vidas.
Afirmar esta realidad ha sido problemática fundamentalmente para un feminismo que se juega con el poder imperante y cuya lucha es fundamentalmente la inclusión. Así, se volvió cada vez más problemática la figura de la lesbiana, así como la política feminista del yo, una vez que entramos en los 90's a una carrera por la legitimación y la lucha por el poder del movimiento. Con la instalación definitiva del feminismo de las agendas internacionales en casi todo los países, ya no hubo al interior del feminismo espacio para una política que pensara a la sujeta feminista como una sujeta constitutivamente "autocrítica, distanciada, irónica, excedente-excéntrica" respecto a la ideología del género5.
Un feminismo institucionalizado dependiente de las agendas internacionales y volcado a las demandas, hizo posible la casi desaparición de la fuerza política y simbólica de las lesbianas al interior del movimiento. Las propias lesbianas feministas tuvieron que ver con ello debido a que muchas de ellas apostaron en los 90's a una agenda de derechos internacionales que vieron tenían la posibilidad de compartir con el resto de las mujeres, abandonando sus posturas más radicales del feminismo como "arte de la existencia", y estando dispuestas a negociar su propia visibilidad como lesbianas. El feminismo de estado y de las agendas internacionales hizo su propia lectura estratégica de cómo tratar el tema del lesbianismo, ahora pensado como homosexualidad en general, de la forma menos conflictiva y mas vaciada de contenido. Fue así como de cuestionar la heterosexualidad obligatoria como institución patriarcal que oprime a todas las mujeres, se pasó a "derechos sexuales y reproductivos". Las otras entradas fueron la de tolerancia y "diversidades sexuales", en concordancia, como veremos, con la propia política de reconocimiento impulsada por la agenda internacional gay6.
Por su parte el lesbianismo fuera y en algunos casos en oposición franca a un feminismo opresivo para las lesbianas, transformó la propuesta más radical del lesbianismo que al interior del feminismo cuestionaba en último término la categoría misma de identidad sexual planteándose la liberación sexual de todas las mujeres, en un mero añadido a la política gay centrada en la demanda de derechos y reconocimiento, potable a las agencias de financiamiento. Con la consolidación de una agenda internacional más light, despojada de un análisis complejo de la interrelación entre las diferentes opresiones de género-clase-raza-heterosexismo, y una centralización en la prevención del SIDA y la demanda de legalización de parejas homosexuales, entre otros temas de inclusión, las lesbianas quedaron en un lugar secundario invisibilizadas por la arremetida gay, en un 1er momento, y después por la inclusión de las travestis.
Finalmente quiero concluir reflexionando en voz alta sobre el por qué de este lugar secundario que una vez más las lesbianas han venido a ocupar en un espacio de articulación como el LGTTB. Quiero preguntarme en voz alta cómo habiendo sido lesbianas los referentes fundamentales en la producción de los argumentos conceptuales y teóricos que le han servido de sustentación a los movimientos socio-sexuales, han sido los gays y las travestis las que que mayor usufructo han obtenido, hasta el momento actual, de estas teorías. Quiero preguntarme cómo una conceptualización como la de la heterosecualidad obligatoria, incomprensible fuera de una crítica del patriarcado, pueda terminar siendo un análisis de menor provecho para las lesbianas. Si bien esto amerita de una reflexión particular, yo me atrevo a adelantar una lectura que quiero proponerles en forma de pregunta que dejo abierta: no será que la institución de la heterosexualidad obligatoria, siendo una institución que fundamentalmente asegura la dependencia de la mujer al varón, así como el dominio de su capacidad reproductiva, es una institución que afecta específicamente y no más que a las mujeres? 'No será que para el heterocentrismo lo verdaderamente impensable por desestabilizador es la ruptura que produce la lesbiana?
Bibliografía consultada.
Butler, Judith (2001). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós, México D.F.
------- (2001). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Madrid: Cátedra
------- (2000). "El marxismo y lo mermente cultural". En: New Left Review No. 2, mayo-junio 2000.
CICAM (1997). Permanencia Voluntaria en la Utopía. México D.F.: La correa feminista.
De Lauretis, Teresa (2002). Diferencias. Etapas de un Camino a través del Feminismo. Madrid: Horas y horas
Espinosa. Yuderkys (2003) Sobre el Feminismo Hoy. A la búsqueda de otro sentido del ser y el hacer feminista en este tiempo. Publicado en www.creatividadfeminista.org y de próxima aparición impresa.
Fraser, Nancy (2000ª). "¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia en la era postsocialista" en New Left Review, No. 0.
1 Espinosa, Y. (2003) Sobre el Feminismo Hoy. A la búsqueda de otro sentido del ser y el hacer feminista en este tiempo. Publicado en www.creatividadfeminista.org y de próxima aparición impresa.
2 Fraser, Nancy (2000ª). "¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia en la era postsocialista" en New Left Revieu, No. 0, Akal, España.
3 Recomiendo para ampliar y completar esta trayectoria histórica leer los trabajos de: Claudia Hinojosa (2003) "Historia sobre la presencia pública de las feministas lesbianas", publicado en: http://www.sentidog.com.ar/nsen/noticias/cortitas.phtml?id=1442. También ver a: Norma Mogrovejo (2000) "Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexuales y feminista en América Latina". México, DF: Plaza y Valdés. Especialmente recomiendo el capítulo sobre "Los encuentros lésbicos-feministas de América Latina y el Caribe".
4 Para indagar en esta idea de la producción del deseo propongo las lecturas de: Butler, Judith ( (1997) 2001). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Madrid: Caátedra.; de Lauretis, Teresa ( (1996) 2002). Diferencias. Etapas de un Camino a través del Feminismo. Madrid: Horas y horas.; Foucalt, M. (1990). Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Paidos.; Jambet, C.: "Constitución del sujeto y práctica espiritual. Observaciones sobre la práctica de la sexualidad", en Balbier, E.; Deleuze, G.; Dreyfus, H.; Et. Al. (1995); Michel Foucault, Filósofo. Barcelona: Gedisa.
5 De acuerdo a de Lauretis, (ibid), el feminismo ha producido fundamentalmente un "sujeto excéntrico", que respondería a estos parámetros de posición crítica al mandato patriarcal heterocéntrico.
6 A esta situación atribuyo los malos entendidos que se dan desde hace algunos años en los ambientes feministas, respecto de una política de "derechos sexuales", como el único formato posible de entender una política lesbiana. Desde hace algunos años se ha venido consolidando la idea de que una política feminista "progre" y defensora de las lesbianas se refiere al añadido de las llamadas "demandas particulares" de los grupos homosexuales, considerados por demás, como conjunto particular, al conjunto de demandas feministas actuales. Dichas demandas partoculares, en mi lectura, coinciden con esta idea de "exigencias de reconocimiento", que atribuye Nancy Fraser (1997 y 2000b) como los objetivos de la política de los movimientos socio-sexuales. A pesar que no pongo en duda las buenas intenciones ni el compromiso de Fraser, ni de quienes apoyan esta interpretación, con la lucha de los homosexuales, me parece un error en su marco teórico pensar el reconocimiento como la categoría conceptual que daría cuenta de una política cultural, en tensión y oposición con una política social. Creo que los argumentos que vengo planteando sobre las bases conceptuales y el tipo de política que entiendo ha caracterizado al lesbianismo feminista explican mi crítica al marco teórico que propone, no solo por las mismas razones que ha explicado Judith Bautler (2000) en su crítica a esta propuesta, sino porque me parece un error de base definir como una de las puntas en tensión, aquello que en realidad refiere a la visión de una política particular, por demás errónea, dentro del conjunto que conforma dicho eje. Como muy bien ella argumenta en su análisis de las soluciones, justamente porque la demanda de reconocimiento no transforma a niveles profundos el sistema de poder, no podemos proponer una definición de la lucha contra la heterosexualidad obligatoria como un problema básicamente de ofensa al status y de necesidad de reconocimiento. Este error de lectura, que obvia todos los esfuerzos y los aportes más importantes a la teorización de feministas lesbianas al interior de la academia, tiene que ver a mi entender con la imposibilidad del feminismo actual de comprender la sexualidad como un tema íntimamente imbricado con el mantenimiento del patriarcado, cosa que nos llevaría a pensar el ámbito de la sexualidad no como un tema de derechos, sino fundamentalmente de producción de sujeto.
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