sábado, 28 de abril de 2007

Lesbianismo: Una perspectiva feminista socialista

por Dra. Susan Williams


Prefacio
Soy una mujer lesbiana y mi lucha diaria para sobrevivir en una sociedad capitalista es el resultado de la opresión de todas las mujeres. La mayoría de las mujeres sienten que hay conflicto entre su propia autodeterminación y la definición social de las mujeres como sumisas ante los hombres; yo, como lesbiana, aprendí a comprender profundamente la naturaleza y el grado de la represión social y mi experiencia me llevó a desarrollar un análisis político radical que reconocía que la fuente de la opresión es el sistema capitalista y que las relaciones mismas que existen entre nosotros son el problema clave que afronta el oprimido.

¿Quiénes somos nosotras? ¿Dónde tenemos cabida? ¿Qué debemos hacer? ¿Existe una síntesis para nuestra naturaleza personal, política, intelectual y sexual? Yo creo que sí existe y que el futuro para las lesbianas se encuentra, no en la separación sectaria y amarga, sino en la verdadera solidaridad con el mundo de los marginados y perseguidos. Las relaciones con otras mujeres son, para las lesbianas, la fuente más importante de apoyo emocional, personal y político proporcionando el contexto para el crecimiento y la interacción constructiva. La fuerza y la independencia de la acción sin la dominación de un hombre puede ser positiva y crucial para su vida así como el centro de una gran contradicción, porque la sociedad define la autodeterminación de la mujer como un desajuste y su amor por la mujer como una enfermedad. Operando como individuo, es imposible que ella escape completamente al aceptar e internalizar las actitudes negativas y degradantes que prevalecen en esta sociedad con respecto a su independencia y a su sexualidad. Una lesbiana se enfrenta diariamente a gente e instituciones hostiles que limitan excesivamente sus opciones y alternativas en la vida.

A medida que ella se da cuenta de que los problemas que enfrenta tienen su origen en el sistema social y no en su propia personalidad “enferma”, una lesbiana puede decidir dirigir sus energías en contra de la fuente de discriminación e integrarse a una de las organizaciones homofílicas más respetables. Aquí es factible que ella se dé cuenta de que sus energías se canalizan para crear reformas que se dirigen primordialmente a las necesidades de los hombres gays de la clase media. Siempre surge el sexismo dentro del liderazgo masculino de las organizaciones liberales gays, las cuales se desarrollan continuamente de la explotación de las habilidades de las mujeres lesbianas mientras ignoran sus necesidades particulares e inhiben el desarrollo de su potencial para liderazgo.

Consciente de que se le oprime como mujer dentro del movimiento gay así como en la sociedad en general, una mujer lesbiana se da cuenta de su interés especial en la lucha feminista. Los conflictos que encuentra en los movimientos de mujeres blancas heterosexuales liberales son enormes. La lucha de la mujer por la liberación también le concierne a ella, porque la subordinación de la mujer a papeles secundarios dependientes del hombre, es un punto central de le opresión de las lesbianas; sin embargo, dentro de este sector establecido y respetable del movimiento, sus necesidades como lesbiana se encuentran subordinadas, su liderazgo reprimido y frecuentemente su misma existencia denegada. Lo que es peor: como ser humano pensante con una perspectiva radical de la sociología, su integridad política se cuestiona y se teme.

A medida que ella observa cómo cambio tras cambio se convierte en migajas para las mujeres blancas heterosexuales de la clase media, mientras las necesidades de aquéllas más oprimidas no son satisfechas, la lesbiana se da cuenta de que la completa igualdad para ella, para mujeres pobres y de la clase trabajadora y para mujeres minoritarias, requiere cambios básicos en el sistema socioeconómico. Al investigar grupos de izquierda establecidos, ella encuentra una historia vacía, ambigua o de hipocresía con lo que respeta a la conciencia lésbica o feminista; ella observa muchos grupos socialistas reclutando gente del movimiento gay que ven la conexión entre la opresión y la lucha de clases, pero es obvio que estos socialistas no contribuyen a la conciencia ni a la capacidad en desarrollo para la lucha efectiva del movimiento gay en sí mismo.

Al rechazar el oportunismo de algunos grupos socialistas, la lesbiana radicalizada se puede adherir al separatismo lésbico. Aquí, una vez más, encuentra limitaciones en sus intentos de soluciones personales o para progresar como un grupo de interés único. También observa las necesidades no satisfechas de sus hermanas lesbianas quienes también están oprimidas por su raza y explotadas como trabajadoras, y se da cuenta que la opresión de las lesbianas está ligada integralmente a la subyugación de otros grupos. Pero el separatismo eventualmente se convierte en sofocación, aislamiento e ineficiencia, lo cual provoca que la lesbiana comprenda que la separación y la creación de estilos de vida, comunidades y contra-instituciones alternativos, no eliminan la opresión ni evitan que se transmita a la siguiente generación. Es imposible escaparse de o trascender la riqueza y el poder establecidos de la élite gobernante que puede destruirnos a todos financiera, sicológica y físicamente mil veces.

La liberación de toda la gente y el desarrollo de una sociedad libre y cooperativa, se puede lograr solamente a través de la energía y recursos unidos de todos los grupos oprimidos. Nuestra teoría y acciones se deben basar en la sinergia de las luchas de clase, raza y sexo. El análisis adecuado de la experiencia y lucha lésbica es vital para un verdadero movimiento socialista feminista revolucionario. La evolución del lesbianismo hacia una fuerza revolucionaria requiere un bien fundado análisis feminista socialista de la fuente y naturaleza de nuestras múltiples formas de opresión, y la creación de formas organizacionales que sean consistentes con las profundas raíces de nuestra explotación y las enormes medidas necesarias para erradicar esas raíces. La lesbiana, como producto de la sociedad, debe mirar al exterior para transformar dicha sociedad, y ordenar sus grandes talentos y recursos para la acción política consciente y determinada de naturaleza revolucionaria. Solamente de esta manera nuestra naturaleza sexual y nuestros puntos de vista políticos se pueden armonizar para el beneficio de toda la humanidad.

Yo soy lesbiana. Y por eso soy y debo ser una organizadora revolucionaria, política y radical que fomente el análisis feminista socialista de nuestra lucha.

Orígenes del sexismo
El sexismo se desarrolló como respuesta a la reorganización social de la producción. Aunque la división sexual del trabajo era prevalente en las sociedades primitivas, todo el trabajo se hacía para la comunidad en general. Las actividades de la caza de los hombres brindaban contribuciones esporádicas al clan, mientras las mujeres, a través de la recolección y el cultivo de alimentos, proporcionaban un nivel de producción constante para la comunidad. Las actividades productivas de las mujeres las llevaron a desarrollar muchas de las herramientas, habilidades y técnicas básicas, que fueron primordiales para la evolución humana en el ámbito social y cultural. El papel de la mujer en la producción era la fuente de poder social—la posición de las mujeres y de los hombres era la misma. En lugar de “familias-paternas”, había grandes grupos de linaje común definidos por las líneas de descendencias femeninas.

La primera división de clase entre hombres y mujeres surgió de la división del trabajo existente. Los hombres tenían el dominio del ganado de la misma manera que las mujeres tenían el dominio del hogar y de las herramientas domésticas. La leche y la carne de la manada proporcionaron el primer excedente que era usado como divisa de cambio, y por lo tanto, como fuente de poder. Como los hombres eran los dueños de las manadas, la riqueza acumulada se convirtió en su propiedad individual. La unidad de la familia monó-gama surgió para proveer la descend-encia de la riqueza acumulada a través del lado masculino y para garantizar la paternidad de los descendientes. Las mujeres pasaron del trabajo productivo primario en beneficio de la comunidad, al trabajo doméstico privado y aislado para familias individuales, y de esta manera fueron desplazadas de la producción y el poder social, a lo que Engels le da el nombre de la derrota histórica mundial de la mujer.

Esta primera división de clase entre hombres y mujeres forma la base de la explotación de la clase trabajadora. La clase capitalista extrae el trabajo doméstico de la mujer necesario para mantener el trabajo masculino, y el trabajo reproductivo para restaurar la clase trabajadora sin ningún costo al sistema. Como las mujeres realizan este trabajo doméstico gratis, nosotras somos una fuente de mano de obra barata y, por lo tanto, mal remuneradas como trabajadoras en la producción social. La institución de la familia nuclear es absolutamente vital al sistema capitalista, porque la remuneración equitativa del trabajo doméstico y del trabajo de la mujer actualmente mal remunerado en la fuerza de trabajo, inhibiría seriamente las ganancias.

El sexismo intrínseco en la economía capitalista es la causa de la esclavitud actual de la mujer en el ámbito legal, financiero y psicológico. La dominación masculina en nuestra cultura no es el resultado de ningún tipo de superioridad biológica, física ni mental innata. El sexismo es generado por ciertas fuerzas en la sociedad—la propiedad privada y la acumulación de la riqueza y su transmisión a través de líneas patriarcales de descendencia y el aislamiento de las mujeres de la producción social. Podemos atacar las condiciones sociales que genera el sexismo y podemos eliminar nuestra opresión en su fuente misma—el capitalismo. Además, destruir las raíces de la opresión es la única forma en que nos podemos liberar a nosotras mismas.

La naturaleza de nuestra opresión
El sexismo es el sistema de opresión institucionalizado por razones de género, y se manifiesta en la dominación que ejercen los hombres sobre las mujeres. A nosotras somos asignadas papeles que son consistentes con nuestra relación con la producción social que es definida por nuestro sexo. Nuestro sistema capitalista creó al hombre para ser el que reciba el salario, y de esta manera define al hombre como agresivo, fuerte y superior. A las mujeres se les usa como fuente de trabajo privado brindando servicio aislado a familias individuales y de esta manera se les define como débiles, pasivas e inferiores.

Debido a que la familia nuclear y el trabajo doméstico privado de la mujer son vitales para el sistema capitalista, todas las normas y las instituciones sociales funcionan para preservar el “papel de la mujer.” Las normas sociales, la ley, la religión, el trabajo, la educación, los medios de comunicación, la psiquiatría se usan todos para mantenernos en nuestro lugar y para explotarnos al mismo tiempo. Las instituciones educativas le “lavan el cerebro” a la mujer para que acepte vidas básicamente privadas de esposas y madres. La religión y los medios de comunicación refuerzan el misterio de este papel “natural” de la mujer. Las mujeres casadas pierden su identidad legal a sus esposos. A las mujeres solteras se les discrimina por su estado civil. El papel que nos es prescrito para el trabajo privado se usa como justificación para dar a la mujer una más baja remuneración y para negarnos oportunidades de más entrenamiento, educación superior y trabajos de más responsabilidad. El resultado es la perpetuación de un sistema que mantiene la riqueza, el poder y el predominio sobre la mujer en las manos de los hombres.

Las mujeres como grupo están confinadas a papeles rígidos y opresivos y son explotadas por la sociedad capitalista. Las mismas fuerzas económicas que relegan a las mujeres en su totalidad a una posición secundaria, también aplican fuertes sanciones en contra de aquéllas que afirman su derecho a la autodet-erminación individual. Las mujeres lesbianas, las mujeres que son económicamente o emocionalmente independientes de los hombres, las mujeres que se rehúsan a ser pasivas o sumisas y las que desafían las sanciones sociales, amenazan la primacía de la familia nuclear. Como resultado, estas mujeres están doblemente oprimidas a causa de su sexo así como de su sexualidad.

La definición social de las lesbianas como anormales y degeneradas tiene como resultado la opresión legal, económica y sicológica. Las instituciones educativas y siquiátricas mantienen vigentes los valores de una sociedad sexista llevando a la gente a aceptar los papeles socialmente aprobados y debilitantes y trabajando para destruir el autoestima de las lesbianas y de las feministas que rechazan los papeles femeninos tradicionales. Si se sabe su identidad sexual, es posible que una lesbiana pierda su trabajo, y tal vez que sea forzada a aceptar trabajo con un sueldo inferior y menos responsabilidades. Aquéllas de nosotras que somos lesbianas y/o independientes experimentamos intensamente la subordinación de la mujer porque no contamos con los beneficios de la seguridad económica que el sistema sexista brinda a las mujeres que operan bajo la dominación de un hombre, ya sea en la área privada o profesional.

Durante siglos, las mujeres han sido entrenadas para ser tontas, sumisas y menos que humanas. A las mujeres que no pueden aceptar estas limitaciones se les dice que son mal adaptadas, inmorales o enfermas. No somos nosotras, sino la definición social de nosotras lo que es patológico y por eso nos enfrentamos a problemas reales generadas por una tiranía social real.

El lesbianismo como una cuestión feminista
La posición secundaria de las mujeres y la opresión de las lesbianas y de los hombres homosexuales provienen de la misma causa: el sexismo que es básico en una sociedad capitalista. Las lesbianas son denunciadas por rechazar “el papel de la mujer” y por ser una obvia afronta al mito de que las mujeres deben depender de los hombres para sobrevivir económicamente, otorgando el derecho a los hombres a nuestro trabajo privado y apoyo moral. La persecución de las lesbianas es una extensión e intensificación de la opresión de todas las mujeres. Una lucha feminista que tome en serio el mejoramiento de la vida de todas las mujeres, también debe ocuparse de las necesidades de aquéllas que sufren mas opresión—las mujeres lesbianas, así como las mujeres pobres y minoritarias.

Una mujer lesbiana sufre una doble opresión. También si ella no es blanca o es pobre su opresión se puede triplicar o cuadruplicar. La experiencia de las contradicciones crecientes que son resultado de capas de opresión proporciona las condiciones que incrementan el desarrollo del liderazgo, no por la superioridad como individuos, sino porque “el liderazgo proviene de estratos sociológicos definidos, precisamente de aquellos seres humanos cuya historia, necesidades y conciencia los equipan para satisfacer las necesidades específicas de dicho liderazgo en un momento dado.” [Dorothy Mejía Chambless, “Raza y sexo, 1972: ¿Colisión o camaradería?” edición revisada, Seattle, WA: Radical Women Publications, 1976. ] Las mujeres que están más intensamente oprimidas reconocen más rápidamente la fuente, naturaleza y grado de la explotación y represión en la sociedad capitalista y estarán más motivadas para actuar en su contra.

La independencia, la fuerza y la seguridad en sí misma de una feminista firme será expresada en todas las fases de su vida, incluyendo su sexualidad. De esta manera se desvía de las normas sociales y adopta una sexualidad minoritaria. La similitud de las experiencias de las lesbianas y las feministas proviene del rechazo que comparten del papel femenino estereotípico. Es más factible que todas las mujeres que viven independientes de los hombres adquieran responsabilidad, ingenio, activismo, es decir, todas aquellas características “masculinas” que son necesarias para la supervivencia independiente y el liderazgo fuerte.

Los mitos usados para denunciar a las lesbianas son extensiones de aquéllos que oprimen a todas las mujeres. Su uso en contra de las lesbianas nos tiraniza a todas, porque “lesbiana”, “marimacha” y “perra castrante” son etiquetas que usan los hombres para hacer saber a las mujeres cuándo hemos cruzado el límite de nuestro papel asociado a nuestro sexo. Ya es hora de que las mujeres reconozcan que la opresión de cualquier de nuestros grupos es la opresión de todas nosotras.

El papel del feminismo en la lucha lésbica
Las lesbianas tienen un interés vital en la lucha feminista por los derechos de la mujer. Las mujeres que sobreviven independientemente de los hombres necesitan tener salarios iguales. Necesitamos tener acceso al entrenamiento y a la educación. Necesitamos la base legal para luchar contra la discriminación en el trabajo, la vivienda y las transacciones financieras. Necesitamos el poder de la autodeterminación.

Ser lesbiana no es revolucionario en sí mismo; no lo es más que ser negro. Sin el apoyo del análisis y la acción política, el estilo de vida se puede usar como sustituto a la política radical y puede conducir a una afiliación sin principios a fuerzas reaccionarias. Aquellas personas que adoptan un estilo de vida particular para trascender la realidad ignoran las contradicciones entre la total liberación humana y el contexto de la sociedad capitalista y por lo tanto, no pueden participar en la lucha para eliminar dichas contradicciones. El activismo social es el único estilo de vida que puede llevar a cambio social básico. La transformación del lesbianismo en una fuerza revolucionaria requiere un análisis feminista socialista de cómo opera el sexismo en la sociedad y dentro de la comunidad lésbica, y la movilización de nuestras fuerzas en contra de la fuente de opresión.

En una sociedad capitalista nuestras relaciones humanas son controladas por nuestras relaciones económicas. La definición sexista de las mujeres y de nuestro papel y nuestra posición secundaria son vitales para la relación tradicional monógama hombre-mujer. En el pasado, muchas lesbianas han continuado esa misma opresión al modelar sus relaciones de acuerdo al contrato heterosexual típico, el cual ha sido definido por una sociedad sexista y represiva. Para que las lesbianas o cualquiera de nosotras podamos construir relaciones humanas con igualdad y apoyo, y para hacer posible la verdadera liberación humana, se necesita comprender cabalmente lo que es el sexismo tanto como erradicarlo y sus raíces de nuestra sociedad.

Un encargo multi asunto
Las fuerzas económicas que controlan el sexismo también causaron y ahora fomentan la discriminación por raza y clase. Tanto el racismo como el sexismo son lucrativos y sirven además como fuerza estabilizadora en la sociedad capitalista al dividir la clase trabajadora explotada y a toda la gente oprimida. La liberación humana implica el fin a la discriminación de grupos en su totalidad. No podemos darnos el lujo de hacer “reformas” a costo de otro grupo usualmente más victimizado.

Las reformas con un objetivo único pueden satisfacer importantes necesidades inmediatas, pero nunca podrán eliminar la opresión por sí mismas. Si estas reformas no están vinculadas con, y seguidas por otras demandas básicas, se pueden convertir en un mecanismo conservador, produciendo cambios menores para que el sistema se a preservada en su totalidad. Sin embargo, el sistema mismo es la causa y el factor vinculador en todas nuestras opresiones.

Una reforma con un objetivo único no puede siquiera liberar al grupo específico que afecta. Muchos de nosotros somos subyugados por más de una razón: como mujeres, como lesbianas, como minorías raciales, como trabajadores y como gente pobre. Aparte de esto, la denuncia de cualquier grupo se usa en contra de todos nosotros. La degradación de las lesbianas por parte de la sociedad es usada para acusar de lesbianas a las mujeres independientes. La discriminación de las mujeres y las minorías en el mercado laboral contribuye a mantener bajos los salarios de todos los traba-jadores. Nin-guno de nos-otros puede al-canzar una completa igual-dad y libertad como miembro de un grupo solitario y aislado.

El separatismo conduce directamente al oportunismo y al debilitamiento de un grupo oprimido por otros que deben estar aliados con sus compañeros en la lucha. En el pasado, muchos grupos de mujeres se han disociado de las necesidades específicas y de la opresión de las mujeres lesbianas. Han rechazado activamente el liderazgo de las lesbianas por el miedo de desacreditar “su” movimiento y han promovido constantemente los bienes de las mujeres profesionales blancas de clase media a expensas de las lesbianas, las mujeres minoritarias y las mujeres trabajadoras. La naturaleza reformista de este sector del movimiento de las mujeres, es un resultado del fracaso para comprender cabalmente el desarrollo histórico y material del sexismo y para reconocer que un movimiento feminista verdaderamente revolucionario debe basarse en la comprensión de las interconexiones de la subyugación de las lesbianas, de las minoritarias raciales, de las trabajadoras y de todas las mujeres.

En la mayoría de los grupos de izquierda, la inhabilidad para lidiar con las cuestiones de la mujer se intensifica generalmente en las relaciones con el movimiento gay. Algunos grupos socialistas han traicionado repetidamente la lucha lésbica porque fomentan dentro de sus propias organizaciones algunas de las contradicciones sexistas generadas por la sociedad capitalista. Todos los socialistas deben reconocer la capacidad de liderazgo y la importancia de las necesidades de aquéllos que se encuentran más oprimidos—por sexo, raza y clase. Un partido “revolucionario” que se ocupa únicamente de promover los intereses de los sindicatos de hombres blancos nunca podrá realizar un movimiento revolucionario de masas, y mucho menos una democracia socialista para todo el pueblo.

La liberación gay como entidad separada del socialismo y el feminismo es una ilusión, una imposibilidad política. La falta de reconocimiento de la interdependencia de todos los sectores del movimiento ha llevado a los separatistas gay a acciones y reacciones hacia otros grupos oprimidos las cuales plantean obstáculos contraproducentes y impiden construir el tipo de movimiento político necesario para alcanzar nuestra liberación común.

Nuestro avance hacia una sociedad libre y cooperativa requiere la unificación de todos los grupos oprimidos. Dicha unidad debe basarse en el respeto y la comprensión de nuestros niveles de opresión dentro de la sociedad, reconociendo, al mismo tiempo, su fuente común. Debemos hacer de las necesidades de aquéllos que están más oprimidos nuestra prioridad principal, al ver que nuestras necesidades no se contradicen sino que más bien se complementan. Las mujeres son el eslabón que se unén nuestras luchas aisladas. Formamos los sectores más intensamente oprimidos de la clase trabajadora y de los grupos minoritarios raciales y sexuales. Las mujeres trabajadoras minoritarias experimentan la subyugación por clase, raza y sexo, y de esta manera, encarnan las necesidades de todos los sectores oprimidos. Son aquellas personas que entiendan las conexiones entre su propia lucha y la de otros grupos más oprimidos las que proporcionarán el liderazgo revolucionario necesario para la clase entera.

La liberación a través de una revolución socialista
El feminismo, el lesbianismo y cada una de las demás luchas por la liberación de un tipo específico de esclavitud expresan la necesidad de una transformación socialista de la sociedad. El capitalismo no puede erradicar el sexismo—ni el racismo ni la pobreza ni las guerras ni la explotación laboral—porque en estos se basa para obtener ganancias. La verdadera igualdad para toda la gente exige el fin del capitalismo, el fin de la propiedad privada y el fin de la sanción por parte del gobierno de la familia nuclear.

Los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales y raciales, de la gente pobre y de los trabajadores son inseparables del socialismo. Nuestra libertad se puede lograr únicamente dentro de una sociedad organizada comunalmente, sin fines de lucro y cooperativa que ponga fin a las divisiones falsas entre la gente y entre el individuo y su sociedad. El socialismo es una manera de reorganizar la producción, redistribuir la riqueza y redefinir el alcance y los fines del poder del estado, reemplazando el poder de la burguesía con el poder del pueblo—de los trabajadores y sus aliados.

En las mujeres de todas las razas, tipos de sexualidad y edades, se encuentra un vasto potencial para la fuerza y el liderazgo revolucionarios. Construyendo de la liberación humana para toda la gente exige nuestro compromiso con una lucha responsable para alcanzar la democracia socialista para todos.
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Una analista político penetrante de asuntos feministas y de eventos mundiales, la Dra. Susan Williams es una Asistente Profesora de medicina y previa jefa de gastroenterología en el Hospital Metropólitano en el este de Harlem, donde realizó una campaña exitosa para sindicalizar a los doctores.
Otros trabajos escritos incluyen Women's Psychology: Mental Illness as a Social Disease, AIDS Hysteria: A Marxist Analysis (con Stephen Durham) y “Socialist Feminism: Where the Battle of the Sexes Resolves Itself” (escrito con Clara Fraser, y también aparece en el libro de Fraser, Revolution, She Wrote.)

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